sábado, 17 de diciembre de 2011

Un paisaje nevado



Por aquellos días salió un decreto del emperador Augusto, por el que se debía proceder a un censo en todo el imperio. Este fue el primer censo, siendo Quirino gobernador de Siria. Todos, pues, empezaron a moverse para ser registrados cada uno en su ciudad natal. José también, que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, porque era descendiente de David; allí se inscribió con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras estaban en Belén, llegó para María el momento del parto, y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa [Lc 2,1-7].



Si pienso en algunas de las imágenes que vienen a mi cabeza de la Navidad (además de las familiares y las de la infancia), una de las primeras es El censo de Belén de Brueghel el Viejo. Brueghel Es uno de mis pintores favoritos y he hablado en dos ocasiones de él en este blog; además, no perderé la oportunidad de comentar más adelante la presentación de El vino de San Martín una obra encontrada hace unos años de la que se desconocía su autoría y gracias a una magnífica restauración en el Museo del Prado podemos disfrutar de ella en esta pinacoteca.

Brueghel vivió en el siglo XVI y es holandés ya que nació en Breda  aunque Holanda no existía en esa época como nación, se le reconoce uno de los grandes maestros flamencos. Existen bastantes lagunas sobre su formación y, aunque sabemos que viajó por Italia y Francia, queda constancia de su asentamiento en Amberes dentro del gremio de pintores. Se hizo conocido sobre todo por sus pinturas de paisajes, costumbristas o familiares; incluso la pintura de la que os hablo puede ser considerada un paisaje:

Vemos la plaza de un pueblo cubierto de nieve en el que aparecen personajes anónimos y diseminados en el espacio. Si observamos bien, veremos una posada abarrotada de gente y a una mujer sobre un asno, un buey y otro hombre tirando de los animales. La pieza plasma el censo decretado por el emperador Augusto en todo el imperio Romano: José debe inscribirse en Belén puesto que es descendiente de David, y allí María se pone de parto sin haber encontrado posada señalada en el cuadro con su corona verde.



Siempre me ha parecido entrañable y muy acogedora esta imagen: un paisaje nevado que trasmite, paradójicamente, mucho calor.  Brueghel convierte esta pintura en una escena nada sagrada ya que además traspone la historia a un paisaje flamenco por el clima, los edificios y las actividades que se realizan; todo es un anacronismo. Todo sucede entre otros acontecimientos mundanos, es la pura realidad y puede ser plenamente contemporánea, una llamada a la compasión: compartir lo que tenemos para que nadie se quede solo y a la intemperie y de la misma manera, compartir la comida.

Una escena típica de estas fechas que se aproximan, como los “lebkuchen” alemanes y los panes especiados tan típicos de esta zona europea. Algunos investigadores creen que el término “lebkuchen” significa "torta de la vida" debido a que “leb” viene de “leben” ( en alemán de la vida, la vida) y Kuchen (pastel).

Por otro lado y como la imagen, estas nos parecen unas simples y sencillas galletas pero al degustarlas estallan en nuestra boca la mezcla de especias, entonces nos damos cuenta de que estamos en Navidad y celebramos una nueva vida. Notamos que al compartir crece lo que tenemos y, por eso, también podemos dar vida al mundo.

Felicidades a todos.


Gracias a Katie Stearns por la traducción.


domingo, 4 de diciembre de 2011

Celebrar la vida

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Desde el ocho de noviembre y hasta el 25 de marzo podremos disfrutar, todos los que estemos o nos acerquemos a Madrid de la exposición El Hermitage en el Prado  que cuenta como comisario principal al director del museo ruso.

Se han elegido ciento veinte obras que recorren desde el siglo V a. C hasta  el siglo XX. Es una exposición abrumadora y de hecho se trata de la primera vez que salen tal número de piezas del museo ruso. Hablamos de un acuerdo de intercambio entre los dos museos puesto que a principios de este año se organizó una exposición  en San Petesburgo llamada El Prado en el Hermitage .

Pueden contemplarse en la exposición grandes obras maestras de Tiziano, Caravaggio, Rubens, Durero… y  Velázquez, del que me gustaría hablar hoy. La obra en concreto es titulada El almuerzo y como ocurre en el trabajo del sevillano, lo importante no es lo que se ve en primer plano sino la historia que se cuenta y se vislumbra al fondo. La pintura pertenece a su etapa sevillana, en concreto es de 1617, Velázquez ha pintado una escena cotidiana: tres hombres sentados en una mesa con mantel blanco sobre el que descansa un plato de mejillones, un vaso de vino, varias granadas y pan. Aparentemente, como decimos, esto es lo que observamos pero lo que se representa en la pintura son las tres edades del hombre. Los dos personajes de la izquierda parecen felices: son el adolescente y el adulto; en cambio, el anciano que se sitúa  a la derecha parece más preocupado por lo que aparece en la mesa. Los colores y la composición son los típicos en esta etapa de Velázquez, el tenebrismo con la luz entrando por la izquierda le da cierto aire naturalista a las expresiones.


Las tres edades del hombre (aunque son una creación de la Antigüedad clásica y se refiere a las edades por las que ha pasado la humanidad)  para nosotros son  la cronológica, la biológica y la psicológica; solo la primera es inexorable, las otras dependen de nuestra actitud. Envejecer no solo tiene que ver con cuidar el cuerpo o la salud, sino también con las emociones y el pensamiento. Tener interés por el aprendizaje es estar abierto a la vida y sentirse joven, eso pienso observando esta maravillosa obra de Velázquez.

Confianza, motivación, deseos, objetivos… eso es lo que triunfa aquí porque tanto el joven que ha cumplido veinte como el adulto que cumple treinta cinco y el mayor que va por los sesenta pueden seguir aprendiendo, atreverse a soñar, ser creativos; eso es celebrar la vida y eso es lo que aquí se hace. Celebrar la vida: un buen plato de mejillones, pan, vino y toda la vida por delante.


Gracias a Katie Stearns por la traducción.

sábado, 3 de diciembre de 2011