jueves, 28 de octubre de 2010

Una noche para los sentidos

 
 
My blueberry nights es la última película del director de cine Wong Kar Wai, muy conocido  internacionalmente por algunas películas como In the mood for love (Deseando amar, en español) o por 2046, su continuación. Ha sido además autor de cortometrajes, algunos guiones cinematográficos y esperamos este año el estreno de The Lady from Shangai con Nicole Kidman como protagonista.
 
 

La historia de la que hablamos, My blueberry nights, es, como casi todas las del director, profunda y triste, algo que se revela en la estética de la película y que nos deja un sabor agridulce. Había bastante expectación ante el estreno del film en el Festival de Cannes del 2007 por ser el primer trabajo del director hongkonés rodado en América de donde procedían algunos de los técnicos y personas que colaboraron con él. Ante las dudas  de la crítica y el público, Wai  se confirma como uno de los directores buscadores de belleza y con mayor sentido de la estética del cine actual, a pesar de alejarse del cine oriental. Sigue indagando en los mismos temas: la soledad, la dificultad para encontrar el amor, la insatisfacción… y además continua utilizando la misma forma de narrar con unas imágenes que nos recuerdan con facilidad a la pintura más que al cine.
Para esta película el director contó con una actriz novata, Norah Jones, Jude Law, una espectacular Rachel Weisz y Natalie Portman. 
 
Jones es el centro y unión para enlazar las demás historias; todas son historias de amor fracasadas y tristes. El personaje interpretado por la cantante, Elizabeth hace un viaje por Estados Unidos con la intención de dejar su pasado. Durante ese periplo halla a otros personajes con problemas mayores que los suyos. Por la relación con estas personas se da cuenta de los verdaderos peligros de la soledad a la vez que realiza una búsqueda de sí misma. Eso sí, como nos tiene acostumbrados Wong Kar Wei, los diálogos son escasos; podríamos decir que acompañan a las maravillosas imágenes y  la fantástica banda sonora (también, como es habitual en sus films) Parte de esta junto con el trailer, que  podéis escuchar aquí, cuenta con una de mis cantantes favoritas, Cat Power.

Una película para disfrutar con todos los sentidos, incluso el del gusto, pasando una “noche de arándanos”.


domingo, 17 de octubre de 2010

Confesión en la taberna


“-Ana ha hecho chupe de camarones y eso no me lo pierdo-dice Santiago-. Otro día, hermano.

-Le tienes miedo a tu mujer-dice Norwin-. Uy, qué jodido estás, Zavalita”

Conversación en La Catedral, escrita en 1969 es una novela de Mario Vargas Llosa, hoy reconocida como una de sus mejores obras. Según el escritor “si tuviera que salvar del fuego una sola de las que he escrito, salvaría ésta”

“-Este trajín me ha dado sed-dice Santiago-. Ven, vamos a tomar algo. ¿Conoces algún sitio por aquí?
-Conozco el sitio donde-como dice Ambrosio- “La Catedral”, uno de pobres, no sé si le gustará.
-Si tienen cerveza helada me gustará-dice Santiago-. Vamos Ambrosio.”

La novela tiene un eje central, la conversación de Santiago Zavala con Ambrosio en “La Catedral”. A raíz de ella se intercalan otras tres historias en las que el autor describe la situación de Perú desde todos los estratos sociales bajo la dictadura del general Odría.

“-Yo almorcé, pero tú pide algo de comer-dice Santiago.
-Dos Cristales bien fresquitas-grita Ambrosio haciendo bocina con sus manos-. Una sopa de pescado, pan y menestras con arroz.
No debiste venir, no debiste hablarle, Zavalita, no estás jodido, sino loco. Piensa: la pesadilla va a volver. Será tu culpa, Zavalita, pobre papá, pobre viejo.”
 

Las historias van intercalándose y encontramos diálogos cruzados: las voces se mezclan para ofrecernos una versión diferente de los hechos que transcurren el país sudamericano.

“-He dejado sueldos íntegros aquí-dijo Carlitos-. En este antro me siento bien.
-Yo es la primera vez que vengo al “Negro-Negro”-dijo Santiago-. Vienen muchos pintores y escritores, ¿no?.
-Pintores y escritores náufragos-dijo Carlitos-. Cuando yo era un pichón, entraba aquí como las beatas a las iglesias. Desde ese rincón, espiaba, escuchaba, cuando reconocía a un escritor me crecía el corazón. Quería estar cerca de los genios, quería que me contagiaran.”

Conversación tiene un carácter documental; la reconstrucción de los hechos es minuciosa, la escritura poderosa nos ofrece un tapiz político, social y sentimental muy interesante porque la literatura de Vargas Llosa no es solo preocupación por la belleza estética de la escritura sino también ideología. 

“-Ya era hora, ya era hora-repetía el Chispas, feliz, todavía incrédulo-. Espérate, voy a llamar a la mamá. No vayas a la casa hasta que te avise. Para que no le dé un síncope cuando te vea.

-No voy a ir a la casa ahora, Chispas-ahí su voz que comenzaba a protestar, pero hombre, tú no puedes-. El domingo, dile que voy a ir el domingo a almorzar.

-Está bien, el domingo, la Teté y yo la prepararemos-dijo el Chispas-. Está bien, niño caprichoso. Le diré que te haga chupe de camarones”

La moralidad también está presente, por eso  Zavalita elige la opción del fracaso porque vive en un mundo hediondo, putrefacto, una imagen que perdura y se conserva con el tiempo a través de sus palabras.

“-¿Todos muy cordiales contigo, todos te hacen sentir mal con sus sonrisitas y amabilidades?-dijo Carlitos-.Eso es lo que tú quisieras. En realidad no saben nada o les importa un carajo, Zavalita.

-Mentira, de aquí a la oficina llego más rápido que el Chispas-se rio don Fermín-. Además, ahorro, y he descubierto que me gusta manejar. A la vejez viruelas. Caramba, qué buena  cara tiene ese chupe.

Riquísimo mamá, claro que quería más, ¿te pelaba ella los camarones?, sí mamá. ¿Un actor, Zavalita, un maquiavelo, un cínico?...”

Es el retrato de una sociedad plural a través de una compleja y ambiciosa estructura en la que Zavalita es el héroe que se da cuenta del cenagal político en que se encuentra sumergido Perú. Decepcionado por una historia hasta en la que su padre se ve salpicado; renuncia, abandona su firme ambición aunque manteniendo sus principios.

“-Me va bastante bien-dijo Santiago-.No tengo ningún proyecto. Sólo seguir en “La Crónica”.

-¿Cuándo te vas a recibir de leguleyo?-dijo Popeye con una risita cautelosa-.Tu eres pintado para eso.

-Creo que nunca-dijo Santiago-. No me gusta la abogacía.

-En confianza, eso lo amarga mucho a tu viejo-dijo Poeye-.Siempre anda diciéndonos a la Teté y a mi anímenlo a que termine su carrera. Sí, me cuenta todo. Me llevo muy bien con tu viejo, flaco. Nos hemos hecho patas. Es buenísima gente.

-No tengo ganas de ser doctor-bromeó Santiago-. Todo el mundo es doctor en este país.

-Y tú siempre has querido ser diferente de todo el mundo-se río Popeye-. Igualito que de chico, flaco. No has cambiado.”

Me ha alegrado la concesión del Premio Nobel a Mario Vargas Llosa, algo que he compartido (repasando su trayectoria y comentando algunas de las fotos y artículos que se han publicado) con algunas personas. He aprovechado para releer Conversación en La Catedral y hacer esta entrada. Me encanta(diría que me ha enganchado más que la primera vez) y he tenido la suerte de contar con una edición de 1974 (años antes de nacer yo); quizás por eso me guste tanto. 



sábado, 9 de octubre de 2010

El sabor de lo agridulce

 
 
Bartolomé Esteban Murillo nació un 31 de diciembre de 1617 en Sevilla. Tuvo 14 hermanos siendo las hermanas mayores quienes lo criaron al morir sus padres. Se formó como pintor en el taller de Juan Castillo donde fue compañero de Alonso Cano. A los 22 años montó su propio taller y se interesó a fondo por la pintura flamenca, aunque al parecer no salió de su ciudad, que era en la época un emporio comercial.

Es principalmente conocido por sus Vírgenes con niño (la impresionante Virgen del Rosario) y por sus Inmaculadas. De gran realismo, su pintura también recogió algunos temas  sociales y de estética naturalista en sus obras más populares, como los niños mendigos que nos ocupan hoy; Niños comiendo melón y uvas que se puede contemplar en Alte Pinakothek, de Munich.
En la obra, hacia 1645-50 apreciamos la influencia naturalista en la pintura de Murillo. Las dos figuras aparecen delante un edificio en ruinas; el artista quiere representarlos como auténticos “niños de la calle”, con ropas raídas y gestos de avidez. Las frutas han sido plasmadas de manera muy realista, la pincelada tiene soltura, rapidez y vemos ahora algunas transparencias. El color es dulce y el fondo, bastante luminoso; parece evidente la influencia veneciana; aunque esta no es la única que se aprecia en sus obras: también Ribera, Zurbarán, y la pintura flamenca.
 
Como decíamos, Murillo quería representar a la gente de la calle en la Sevilla del siglo XVII, niños y ancianos hambrientos, maltrechos, abandonados, pero siempre con un gesto de dulzura que los hace entrañables y humanos, brillan por su dignidad y están rodeados por un hálito de belleza que nada tiene que ver con la apariencia ¿No se estaba representando a si mismo en un pasado imaginario? Un niño de 10 años que se queda sin sus padres. ¿Pintaba de esta manera una suerte de agradecimiento a sus hermanas?