domingo, 27 de octubre de 2013

Deslumbramiento


Una de mis palabras preferidas en varios idiomas  es deslumbramiento; en francés “eblouissement”; en inglés “glare” o “blinding”. Es un exceso de luz y me suena a mirar al sol y tener que cerrar los ojos porque te ciega; al brillo, a la alegría, a la vida . Esas sensaciones nos las pueden ofrecer varias realidades: una canción maravillosa que no podemos dejar de escuchar, un libro que nos obsesiona durante parte de nuestra vida, los colores de una pintura o una receta que nos deja soñando por su sabor.


Hoy os dejo con dos de mis últimos deslumbramientos: Reflektor de Arcade Fire y esta este “mazurek” de rosas. La canción es principalmente eso: una especie de espejismo, de reflejo y reverberación, como tantas otras cosas de las que hemos hablado, que nos devuelve una imagen de nosotros mismos: “¿Te veré al otro lado? Estoy atrapada, atrapada en un prisma de luz, sola en la oscuridad blanca. Solo somos un reflejo de un reflejo. Pensé haber encontrado una manera de entrar pero era sólo un reflejo. ¿Te veré al otro lado?” Es el deslumbramiento de la belleza que te sorprende en cualquier lugar mientras vas con prisa. Es capaz de detener el tiempo.


Viene a mi cabeza un reflejo de mí misma escuchando sin parar el primer álbum de estos canadienses, Funeral (habitualmente sus letras mezclan francés e inglés, también  en Reflektor), todo me gustaba y algunas de sus canciones están entre mis favoritas: Une anée sans lumière o Neighborhood #2. Después llegaron Neon Bible y The Suburbs y nunca, nunca han decepcionado. 


El “mazurek” tampoco me va a decepcionar nunca, se trata de una receta polaca con ingredientes base: harina, mantequilla, azúcar, almendras al que se le puede añadir especias o cualquier otro ingrediente como recubrimiento. Este, en concreto, lleva mermelada de rosas, almendras fileteadas y pétalos de rosa. Como la canción, un deslumbramiento.  Es brillo, es alegría, es vida; no es sólo un reflejo.


El “ mazurek”, la canción o cualquiera de las realidades a las que me refería puedes hacernos disfrutar en cualquier momento, podemos vernos sorprendidos por el exceso de luz. Hasta en este otoño puede ser primavera.

domingo, 20 de octubre de 2013

El futuro de nuestro pasado




El hijo de la novia es simpático, agradable, optimista, trabajador y ambicioso; un pelín egocéntrico, muy decidido, a ratos agobiado, está lleno de sensibilidad y sabe tratar a la gente con cuidado y delicadeza.  El hijo de la novia se llama Rafael Belvedere, está divorciado con una hija, tiene una pareja y un restaurante que va trompicones, un padre encantador y una madre a la que no va a ver.

El hijo de la novia tiene miedo de ver a su madre mal, de perderla, porque la necesita: “Yo te cuido. Yo te quiero. No te preocupes” le dice en la residencia. Y en medio de todos sus problemas, de todas sus circunstancias, hay un acontecimiento que le cambia la vida y le hacer ver las cosas desde otra perspectiva.


“La verdad también es que cuando vos sabés que nada de lo que te pase va a ser peor de lo que te pasó... te da como un cierto poder, yo ya no me preocupo más por nada, ni por la casa grande, el auto, las cuentas, no me caliento más por nada.”


Rafael es el héroe que lo arregla todo, pero de repente debe parar y reflexionar: sabe que las cosas han cambiado, que todos modificamos el rumbo; pero al final, siempre miramos atrás para asegurarnos de lo que tenemos (el pasado, presente) y de lo que ha hecho que lleguemos al lugar en que nos encontramos.  ¿Qué iba buscando? Lo mismo que todos: un trabajo, un amor, una familia, una ilusión, estar rodeado de la gente a la que quieres, aprender, siempre aprender y seguir aprendiendo.


La película dirigida por José Mª Campanella es un continuo equilibrio entre la tragedia y la comedia, la vida misma. Se estrenó en el año 2001 y cuenta con unos actores maravillosos: Norma Aleandro, Héctor Alterio y Ricardo Darín; ellos interpretan  los principales papeles de la historia. La primera protagonista es "la novia", una anciana aquejada de Alzheimer, alojada en una residencia y cuyo principal sueño es casarse por la Iglesia. El futuro de su pasado:  eso es lo que está viviendo Norma y eso es lo que podemos vivir todos al probar este tiramisú de chocolate blanco porque "para cada hombre guarda/un rayo nuevo de luz el sol..."


Se trata de inventar nuestras vidas, tener atrevimiento a hacer cosas nuevas no sólo con nuestras vidas, sino también en la cocina como inventar un nuevo tiramisú con chocolate blanco, como Norma hace casándose con su ya marido y como Rafael intenta con su nuevo restaurante. Coraje para empezar, capacidad de arriesgarse, porque la vida-y la cocina- siempre nos puede sorprender. Estamos a tiempo de inventar nuestras vidas siempre.



domingo, 13 de octubre de 2013

La chocolatina más cara del mundo

Andreas Gursky es un fotógrafo alemán muy conocido por el orden y las líneas en su fotografía. Claramente influenciado por sus maestros, Bernd y Hilla Becher, y por sus compañeros de la Escuela de Düseldorf como Cándida Höfer, Thomas Ruff y algunos otros.

La fotografía de la que quiero hablarlos es una de las más cara del mundo; se llama 99 cent y plasma una gran superficie llena de paquetes de colores, casi todo chocolatinas de diferentes marcas y variedades. Por supuesto, la foto tiene su significado: la denuncia de nuestro mundo consumista y globalizado. Me parece especialmente interesante la visión y la idea de este fotógrafo que trabaja con cámaras de gran formato, pero aún más la paradoja que se da con esta pieza: una fotografía que ha resultado ser carísima denuncia el consumismo que nos rodea. La paradoja es sólo aparente, pues quien quiera ser un artista relevante debe poner sus obras en el mercado: el capitalismo absorbe incluso aquello que lo critica, pues de ese modo lo convierte en una mercancía y, por ende, en algo irrelevante.


Se trata de un díptico vendido por más de tres millones trescientos mil dólares, que despierta muchas controversia y nos hace pensar.


Es curioso que las personas que aparecen en la fotografía pasen casi desapercibidas por la enorme cantidad de mercancía que se muestra (si vemos la fotografía original se podrían ver todos los detalles por tener una magnífica calidad). ¿Ha querido decirnos el autor que el ser humano desaparece o se vuelve irrelevante en la sociedad de consumo? El capitalismo, tal como lo conocemos, no puede sobrevivir sin convertir en mercancía todo lo que toca, pero al hacer eso hace que cada cosa tenga un equivalente y, por tanto, sea sustituible: desaparece el “reino de los fines”: valores éticos y estéticos son tragados por la gran maquinaria de la economía. Aunque se haya convertido en una mercancía, el arte sobrevive en esta fotografía como denuncia.



Esa es la impresión que tengo muchas veces: nada es imprescindible y, por supuesto, nada es original.  Como decía, el sistema económico y la sociedad en que vivimos hace que al final todo tenga su equivalente y si desaparece un tipo de chocolatina, al día siguiente encontraremos una más novedosa y parecida que nos hace olvidar la anterior.  Claro, esto ocurre con todo lo que nos rodea: la tan traída y  llevada obsolescencia programada…



Por eso hago unas chocolatinas caseras que no son perfectas, no son todas iguales, no podemos comprarlas cuando nos apetezca, no son tan baratas como cualquiera del supermercado y no están envueltas en papel de colores pero sí son diferentes, son especiales y, al menos para mi eso las hace ganadoras.