miércoles, 25 de enero de 2012

Una espiral de sabores




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Vértigo es una película de Alfred Hitchcock estrenada en 1958 en el Festival de Cine de San Sebastián. En la cinta Scottie (James Stewart) es un detective retirado al que un amigo llama para que se encargue de vigilar a su esposa (Kim Novak), que está poseída por un espíritu. Está considerada como una de las mejores películas de Alfred Hitchcok y, aunque no es un dato muy conocido, basada en una novela de Pierre Boileau llamada Sueurs froides: d'entre les morts . La banda sonora, como no podía ser menos, es de Bernard Herrman.



La intriga queda en un segundo plano y el director nos deja con lo auténticamente importante, la tragedia amorosa.  Fue mi admirado Cabrera Infante quien apuntó por primera vez a su similitud con el mito de Orfeo, muy acertadamente porque a veces merece la pena bajar a los infiernos a por Eurídice. Vale el esfuerzo, el sacrificio que se puede llevar a cabo en la cocina o en el trabajo si al final obtenemos una maravillosa recompensa.

Como en el mito, el amor subvierte la realidad para convertirla en algo fantástico. El amor se convierte en un delirio que embarga a los protagonistas y los convierte en personajes arrastrados por la fatalidad.

Para Hitchcock era muy importante el contenido pero también la  forma,  esta no es un a simple excusa y una de las primeras imágenes que observamos es la espiral: el icono del vértigo. Aparece en los títulos de crédito, en el moño de Madeleine, en la escalera que asciende al campanario…y en las galletas que he preparado. La espiral, también como la película es inabarcable, inagotable; nunca se termina de ver, y tiene algo de hipnótico, como muchos sabores a los que volvemos una y otra vez.


La espiral nos puede llevar a pensar también en el laberinto con el Minotauro y Ariadna, con el miedo del hombre, puesto que el vértigo no es más que eso, miedo a las alturas, miedo a lo desconocido y a las habilidades que tiene el hombre para controlar su propio destino. Las galletas podrían haberse hecho de mil maneras y formas distintas, hemos sido nosotros los que nos hemos atrevido a experimentar  con las formas, a decidir que queríamos de ellas…una espiral que nos lleve al destino que nosotros queremos.

Y por último, hay una canción de The Beatles que me recuerda la espiral: The long and winding road cuya letra dice que ese camino, largo y sinuoso, nos deja siempre en tu puerta…como yo quiero dejaros hoy estas deliciosas galletas.

domingo, 15 de enero de 2012

Una pirueta en la memoria


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Pirueta es un comic de Charles Dutertre que ha editado en su sello, Una china en mi zapato, mi amigo Pedro Alpera*. Una pirueta es un movimiento ágil y rápido en el aire; en francés es un rastrillo utilizado para remover el heno; es también el recuerdo que tiene el autor, Charles Dutertre. de sus abuelos y del verano en una granja de la Bretaña francesa.

Sin embargo, Pirueta es más, mucho más: la nostalgia de un adulto que rememora de forma tan sencilla como fresca, sin aferrarse a ninguna sensiblería, la vida en el campo. La obra está estructurada en capítulos que representan las distintas horas de la jornada y en cada uno de ellos se cuentan las aventuras de un niño que disfruta de su infancia con una libertad a la que sólo se accede en el campo. Dutertre es capaz de decirnos mucho con un simple trazo.

Evidentemente,  la variedad de comidas  es muy amplia en el libro. Hay una parte que me encanta: la hora de la merienda, cuando Charles y su hermano esperaban a su abuelo mientras empezaban a comer paté untado en “grandes rebanadas de pan de hogaza”; era uno de los momentos más felices del día.


Esta crema de pan con dados de foie podría “hacer de magdalena” al autor, pero estoy segura que no solo a él. Somos muchos los que merendábamos un buen bocadillo relleno, brincando y saltando alrededor de nuestros abuelos.

“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,/y un huerto claro donde madura el limonero” … Recuerdo a una niña dando largos paseos con su abuelo. Él es constante, y camina animoso para vencer su enfermedad. Lleva siempre en los labios una sonrisa y nunca se queja. La niña ha crecido y conserva la imagen de aquella persona entrañable, un recuerdo que puede teñirse de tristeza o nostalgia aunque rápidamente se transforma en un momento feliz y comprende que no puede quedarse atrás, porque todos nuestros recuerdos bonitos tienen futuro.


Supongo que cuando nos acercamos al final de la vida volvemos a ser niños y podemos disfrutar tanto como ellos de algunas cosas que los adultos no apreciamos, a menos que nos atrevamos a seguir siendo felices.

*Pedro tiene un blog de cocina  con Pelorroto llamado Hoy no comemos. No dejéis de visitarlo, es maravilloso.
Gracias a Katie Stearns por la traducción.

domingo, 8 de enero de 2012

La sencillez de lo sublime



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De dioses y hombres (Des hommes et des dieux) es una película de Xavier Beauvois  sobre una comunidad de monjes trapenses en Argelia, la antigua colonia francesa, durante la guerra civil que sufrió el país entre 1991 y 2002.



Los monjes viven en un monasterio en el Atlas, pertenecen a la orden cisterciense que tradicionalmente se han catalogado como una orden de vida contemplativa. La Orden  del  Císter recibió su mayor impulso de Beranardo de Claraval (1090-1153), que aunque no fue su fundador, pues este fue Roberto Molesmes, sigue siendo hoy día su principal maestro espiritual tras San Benito, iniciador de la vida monacal en occidente. La espiritualidad del Císter (monjes blancos), que es una reforma de Cluny (monjes negros), es un intento de volver a las fuentes de la regla de San Benito :”ora et labora”, que se traduce  en el cultivo de la ascesis, la paz y la búsqueda de Dios. Por ello, por ejemplo, los monjes trapenses (la trapa es una reforma del Císter del siglo XVII) valoran el tiempo que conceden a la palabra. Si bien no hacen voto de silencio, reservan la palabra para la comunicación necesaria. La conversación espontánea la guarda hoy para ocasiones especiales. Los trapenses, consideran que hablar poco permite profundizar la vida interior; el silencio es parte de su espiritualidad. El ruido distrae. Lo que los monjes pretenden, me parece, es evitar distracciones. El silencio cumple su función en relación con la palabra y no al revés; es decir, no es el silencio porque sí, sino para que la palabra signifique auténticamente.

Siempre me ha interesado especialmente el arte cisterciense que está en concordancia con su espiritualidad: debe ser una ayuda para el camino interior de los monjes. Por eso desarrollan un arte sobrio, austero y monocromo. La sencillez rige todos los aspectos de la vida monástica, por eso, cuando visitamos algún monasterio de esta Orden, la sensación es impactante, nos damos cuenta de lo que realmente importa en la vida. Nos despojamos de todo lo superfluo y superficial llegando a la profundidad a través de lo verdaderamente necesario. Nuestro estilo de vida ruidoso y lleno de cosas contrasta con lo que percibimos de la vida monástica cuya expresión es siempre contenida buscando no los adornos, sino lo sustancial.

Volviendo a la película, y sin querer destriparla, los monjes se encuentran en la alternativa de abandonar o resistir, sabiendo el peligro que ello conlleva. En una escena realmente maravillosa, uno de ellos saca una botella de vino que tenía escondida y brindan por la decisión tomada siendo conscientes de que van a morir. Las imágenes se acompañan con la música de El Lago de los Cisnes, de Tchaikovsky, el espectador se sumerge en la situación y no nos queda más que brindar con ellos.  También vamos a morir: lo sabemos y por eso lo  celebramos con estas frutas cocidas en sangría disfrutando de lo que tenemos en el momento con austeridad y sobriedad porque ahí se encuentra la belleza que nos abre al sentido de la vida. Hay platos verdaderamente deslumbrantes por su sencillez, como si de un edificio cisterciense estuviéramos hablando. La desnudez, la simplicidad nos lleva a la esencia de la existencia y por tanto a la búsqueda de la autenticidad. Eso ocurre con estas frutas, al probarlas, llegamos a la verdad, al fondo de la vida, a la entraña del sabor y empezamos con una nueva energía otra etapa de nuestra vida porque nos damos cuenta de que  la sencillez nos acompaña en  los momentos más especiales de nuestra vida.