domingo, 24 de noviembre de 2013

Aunque parezcan iguales...








¿Hay dos fotografías iguales? ¿Hay dos tortas iguales? ¿Hay dos personas iguales? ¿Vivimos todos en el mismo mundo? ¿Saboreamos todos lo mismo? Mary Ellen Mark es una fotógrafa americana que hizo una reflexión sobre este tema en un maravilloso trabajo llamado Twins. Es de las grandes fotógrafas contemporáneas. Empezó en los setenta como imagen fija en algunas película y de aquí llegó a hacer una investigación social centrado en varios aspectos como el desahucio, además tiene varios reportajes en el circo.

Ayer a esta hora no era esta hora, porque no hay dos instantes iguales. La igualdad es una apariencia, porque en cada pequeña diferencia hay un mundo. Mary Ellen Mark ha hecho fotografías de gemelos, ¿por qué? ¿Para retratar la igualdad? Me parece que es justo lo contrario: para plasmar la diferencia. Acostumbramos a ver la realidad de un vistazo: como si de un solo golpe de vista pudiéramos abarcar el mundo completo pero las diferencias se nos escapan y en cada una de ella duerme un mundo que espera ser convocado. Darnos cuenta de esas diferencias es despertarnos, ver amanecer, la luz y el color de la verdad. ¿Quién nombrará a las diferencias? En un mundo en el que hay, por desgracia, cada vez más uniformidad quedan, sin embargo, resistencias: el creador buscando una chispa de luz latiendo en lo que nadie mira y así nos deja en el abismo de la belleza. Aquella que no permite que su ojo sea una cámara, sino que transforma está en un ojo para hacernos ver. Tal vez el cocinero que repitiendo el mismo plato logra que cada vez sea nuevo. No quien busca novedades sino quien nos hace llegar lo nuevo: convocar la diferencia de lo igual como nos muestra las fotografías de Mary Ellen Mark.





Igual que los gemelos, las tortas de aceite vienen en grupo de dos porque nunca puedes comerte una sola. Igual que los gemelos, no son idénticas sino que tienen pequeñas diferencias, igual que los gemelos pueden tener versiones distintas: dulces o saladas, suaves o ásperas, grandes o pequeñas; siempre verdaderas. También aquí buscamos esa chispa de luz, ese haz luminoso que late en el corazón de las apariencias semejantes: disfrutemos esas pequeñas diferencias que hacen grandes mundos.





domingo, 10 de noviembre de 2013

El verdadero alimento

El pasado siete de noviembre Albert Camus hubiera cumplido cien años, aunque no vivió ni la mitad de ellos porque un estúpido accidente de tráfico terminó con su vida a los cuarenta y siete años de edad. En estos días han aparecido varios artículos sobre él y su obra, y yo, como fiel admiradora, he leído algunos de ellos. Sólo algunos: confieso que el exceso de información, como de tantas otras cosas, me abruma. Entre los comentarios que he estado revisando, me ha llamado la atención algunas de las frases que escribió su hija para la introducción de un hermoso volumen, publicado el año pasado, donde se recogían fotos, cartas y recuerdos del autor francés nacido en Argel.



“Albert Camus no es un padre, pero mi padre es Albert Camus”: nada más lejos de  la realidad; al menos, a mi me lo parece. Camus representa para  mí eso, un padre, sobre todo recordando una de sus frases más famosas: “nadie puede morir en paz si no ha hecho todo lo posible para que los otros vivan” porque ¿qué es eso sino un padre? Un padre es  la persona que te cuida, que vigila tus pasos, que te deja caer porque te quiere libre y te ayuda a levantarte; eso es un padre: una persona que mira por ti, que te deja vivir. Alguien que no es perfecto, que tiene sus equivocaciones, una persona severa y estricta pero también “despierto y entusiasta” como dice su hija.


Camus casi no conoció a su padre, fue su madre la que luchó contra la miseria de su infancia. Él fue un padre con un compromiso ético, social y político enorme; pues si algo le caracteriza es, me parece, su capacidad de comprometerse con el mundo, amaba este mundo, quizás por eso tuvo hijos y por esa misma razón en las fotografías familiares siempre se le ve sonriente, con un brillo de felicidad en los ojos. Tal vez por eso su hija puede recordarlo con amor.


Catherine ha sido la que se ha encargado de todos los asuntos públicos referentes a su padre, pero con motivo del centenario su hermano mellizo, Jean, ha salido a la luz comentando algunas ideas y opiniones del escritor. Lo maravilloso de todo esto es que siendo Camus un excelente escritor, dramaturgo y filósofo (pese a que algunos lo duden) nos quedamos con la imagen de un padre, un hombre luminoso que ante todo buscaba la felicidad. Empujaba a la piscina a sus hijos aunque  no supieran nadar  porque sabían que tenían miedo pero: “lo que da valor al viaje es el miedo. El viaje quiebra en nosotros una especie de decorado interior […] Pero  asimismo, al sentir nuestra alma enferma, le otorgamos a cada ser, a cada objeto, su valor de milagro”


Camus siempre será especial, siempre se mantuvo firme ante la vida, siempre supo salir adelante y eso también lo hace un padre, porque debe enfrentarse a sus miedos, muchas veces no sabe, otras duda, pero siempre seguirá un camino luminoso.




Un padre siempre intentará darle a su hijo lo mejor pero también que este esté contento con eso que se le ofrece. Por eso, una manzana caramelizada porque es sana para el padre y atractiva y dulce para el hijo.