miércoles, 29 de febrero de 2012

Los contrastes en París. Trilogía parisina.


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Julie Delpy es una conocida actriz francesa que en el año 2007 dirigió y protagonizó la película Dos días en Paris.  El film tiene muchísimo de ella pues también escribió el guión, la música y su familia en la ficción es su familia en la vida real.
La trama se basa  en una pareja de enamorados: Marion (Julie Delpy), una fotógrafa parisina; y Jack(Adam Goldeberg), un decorador americano. Los dos viven en Nueva York y han hecho un recorrido por Europa cuya última parada es la ciudad natal de Marion, París. En esta hermosa urbe se contraponen la forma de ser de ella y de él, estableciéndose una serie de tópicos sobre París y NuevaYork;  Francia y Estados Unidos. Hay momentos en que la película tiene un ritmo delirante recordando en ciertos aspectos a Woody Allen; incluso ella es un tanto extravagante y él un enorme hipocondríaco. Todo ello forma parte de la gracia dea película en la que curiosamente los tópicos abundan para reirnos de nosotros mismos. Además, el personaje que hace Adam Goldberg está obsesionado con los ex-novios de su pareja y con el entonces gobierno de su país, cuyo presidente era George Bush llegando a vivir situaciones increíbles y simpáticas por ambas cuestiones.
Por supuesto, podríamos decir que todo esto es el decorado en el que vive una pareja que huye de la cursilería y los halagos, discute continuamente con diálogos sarcásticos y delirantes pero dejando sobresalir un amor sustentado en el sentimiento y no en la superficialidad o la afectación. Como en estos platos, lo importante es lo esencial: que estén buenos sin dejarnos llevar por la cursilería o ceremonia a la hora de la presentación; el envoltorio es lo de menos.
Se presenta, de esta manera, un choque cultural que muy bien podría corresponderse con estas dos recetas que presento hoy: la finura y elegancia de un croque monsieur y la tosquedad de un hot dog newyorkino . El croque monsieur dice mucho incluso sólo con su nombre; necesitamos cubiertos para saborearlo, el horno para gratinarlo y todo un ceremonial para disfrutarlo. En cambio, el perrito lo encontramos listo para comer con la manos y por la calle, porque lo hemos comprado en un puesto de la Quinta Avenida antes de llegar a nuestra próxima cita. He sonreído mientras escribía esto: he recordado la forma de comer de los americanos (que ya tenemos muchos de nosotros)con la mano que no sostiene el cubierto por debajo de la mesa y que en Europa puede considerarse una falta de educación. ¿Somos tan diferentes? ¿Hemos llegado a acoger tantas tendencias estadounidenses que ya no respetamos nuestras costumbres? ¿Somos tan parecidos? Los estadounidenses imponen su estilo gracias a su poder económico, de forma que nuestra transformación es evidente, como la de las ciudades. Como he leído en alguna ocasión: “París transformada por la publicidad...”

Estas reflexiones han traído a mi memoria el  maravilloso blog de Vahram Muratyan: Paris vs New York,a tally of two cities; Muratyan es un diseñador gráfico que trabaja entre París yNueva York y que expone en su página una sencilla colorida y particular visión de ambas ciudades. Os invito a verlo, merece la pena.

Gracias a Katie Stearns por la traducción.

sábado, 18 de febrero de 2012

Los sabores de París...Trilogía parisina.


(Scroll down for English version)

París no se acaba nunca es una novela de Enrique Vila Matas del año 2003 en la que nos habla de esa literatura que se encuentra en el filo de la navaja, en ese límite impreciso entre la realidad y la ficción. El autor nos sitúa en el París de los años 70 momento en el que él vivió allí, en una buhardilla que le alquilaba Marguerite Duras. Por lo tanto, casi podemos hablar de una autobiografía, es decir de realidad; aunque, ¿no podemos inventarnos en parte nuestra biografía, como las recetas, dependiendo de quién esté sentado a la mesa con nosotros?. La autobiografía de un joven escritor que intentó parecerse a su ídolo, Hemingway que decía : París era una fiesta y lo fue durante el tiempo que estuvo allí, pero también en la ciudad de la luz Vila Matas se termina dando cuenta de que está solo consigo mismo y debe  empezar a escribir para que sus palabras sean testimonio de la vida.

El libro está estructurado en pequeños capítulos, que sin ninguna unidad consiguen unir en una creíble cadencia estética una historia “que llega como el viento, está desnuda, es la tinta, es lo escrito y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso, la vida”* Por eso me gusta tanto Vila Matas: porque en sus libros se aprecia la vida y porque continuamente descubre autores nuevos, música, cine, historias.., el escritor catalán nos abre continuamente una ventana a lo nuevo y a la belleza porque ambos van siempre unidos. Lo nuevo debe ser portador de belleza, debe hacer brillar nuestro mundo para que descubramos aspectos que antes no habíamos percibido. Pasa igual en la cocina: una receta nueva lo es en buena medida porque no hace descubrir la calidad y calidez de unos ingredientes que de otra forma pasarían desapercibidos.

*Frase de Marguerite Duras (en la imagen)  que aparece en el libro.


Por otro lado, y aunque el autor ha ido cambiando de registro con el tiempo, este libro es muy suyo, en el sentido de que sus obras son pequeñas amalgamas y combinaciones de novela, ensayo y autobiografía; por eso también me encanta. También en una receta encontramos esa mezcla, lo bueno es que con una gran cantidad de ingredientes reconozcamos y disfrutemos de cada uno de los sabores.

París y la literatura son dos de los protagonistas principales; a veces son hasta predecibles, como estos típicos crepes parisinos; pero también sorprendentes por el contenido interior que no esperamos y nos ilumina. Abrir un buen libro, disfrutarlo, se puede parecer, un poco al menos, a abrir un crepe: nos ha atraído su aspecto, la portada, la textura que presenta ante nuestros ojos, pero hasta que nos sumergimos en él, hasta que el primer bocado no estalla en nuestro paladar, no nos hemos asomado a las maravillosas sorpresas que puede ofrecernos. Como París, que no se acaba nunca.



Gracias por la traducción a Katie Stearns.

sábado, 11 de febrero de 2012

Una vida bohemia





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Robert Walser llegó a mi, como tantas otras veces me ha ocurrido, leyendo un libro de Enrique Vila Matas. De inmediato intenté buscar algo de su obra en un biblioteca de barrio y encontré quizás su obra más conocida, Jacob von Gunten, que junto a Los hermanos Tanner es su obra principal.
Walser nació en Suiza en el año 1878 y durante su vida cambió con frecuencia no sólo de profesión, sino también de residencia; dejó los estudios muy joven y se dedicó a cualquier  oficio que pudiera ayudarle a ganarse la vida. A una edad avanzada comenzó a tener problemas psicológicos y fue ingresado en el manicomio de Wladau para pasar finalmente a Herisau.
El paseo comienza con una salida del autor para dar una caminata por su pueblo. En su itinerario se para sólo en los mínimos detalles y acontecimientos. Su escritura es fluida, genial; sus descripciones están llenas de movimiento. Eso es lo más admirable del escritor suizo, su capacidad para captar los detalles, lo que no parece más nimio. Si lo seguimos se abre a nuestros ojos una vida maravillosa que antes no conocíamos; nos transmite su optimismo y su forma de ver la vida: una vida bohemia que muchos queremos para nosotros y tenemos al alcance de nuestras manos.


Por eso, hago estos palitos, porque son una mezcla sencilla de ingredientes básicos y el resultado también es sencillo; además, son fáciles de hacer, de manera que podemos ser felices con ellos y descubrir la BELLEZA sencilla de la vida. La capacidad de observación, no tener prisas nos hace ganar en profundidad. En la cocina también necesitamos serenidad, dulzura y reposo fijándonos en los detalles, en los ingredientes, disfrutando de ellos, así todo ganará en sabor y el resultado impresionará a nuestros invitados.

Las barritas podrían acompañar a un paseante que comienza su día así:
" Hasta donde puedo acordarme hoy, cuando escribo todo esto, me encontraba, al salir a la calle abierta, luminosa, alegre, en un estado de ánimo romántico-extravagante, que me satisfacía profundamente. El mundo actual que se extendía ante mis ojos me parecía tan bello como si lo viera por primera vez. Todo lo que veía me daba la agradable sensación de cordialidad, bondad y juventud."
Siempre es posible leer este libro como si fuera la primera vez, siempre lo estrenamos porque el entusiasmo de Walser penetra en nosotros y llegamos a sentirnos capaces de todo, también de vivir una VIDA BOHEMIA.
Walser fue admirado por grandes escritores: Kafka, Benjamin o Robert Musil, es decir, tuvo cierto reconocimiento en vida, pero como habéis podido leer no disfruto de una vida fácil.
"“A veces ando errante en la niebla y en mil vacilaciones y confusiones, y a menudo me siento miserablemente abandonado. Pero pienso que es bello luchar. Un hombre no se siente orgulloso de las alegrías y del placer. En el fondo lo único que da orgullo y alegría al espíritu son los esfuerzos superados con bravura y los sufrimientos soportados con paciencia. Pero no gusta derrochar palabras a este respecto. ¿Qué hombre honrado ha mantenido por completo intactos a lo largo de los años sus esperanzas, planes, sueños? ¿Dónde está el alma cuyos anhelos, osados deseos, dulces y elevadas concepciones de la felicidad se cumplieron, sin tener que hacer descuentos en ellas?"
Murió precisamente dando un paseo, el día de Navidad de 1956, rodeado de nieve, algo que testimoniamos en este impactante e inquietante foto.


Gracias por la traducción a Katie Stearns.