sábado, 24 de noviembre de 2012

¿Y si esta tormenta era más que un movimiento?






The tallest man on earth es  Kistian Mattson pero Kristian Mattson no es “el hombre más alto del mundo”. Mattson es un excelente músico sueco  que se ha dado a conocer definitivamente con su tercer y último álbum titulado  There's Noo Leaving Now. Comenzó con pequeños discos llenos de diminutas canciones, siendo telonero de Bon Iver, con una voz desgarradora que se te clava en el pecho y que muchos han querido comparar con Bob Dylan o con  sus compatriotas, a los que adoro, Kings of convenience.




Su música es una mezcla de folk y pop; siempre canciones sencillas, pero muy sensibles, acompañadas por su guitarra acústica. El disco no tiene desperdicio; como siempre, llaman mi atención algunas canciones más que otras: 1904, To just grow away,  y la que da nombre al disco. En mi caso tiene una especial significación Little brother, por lo que dice y por su música, por la melodía, por la nostalgia…es apropiada para acompañar y acunar a tus pequeños hermanos toda la vida incluso si la tormenta es más que un movimiento. Convencerles de que nunca se debe perder la esperanza, siempre se debe volver a casa, y no hay que abandonar en los momentos difíciles, porque “ahora hay luz en la sombra y puedo ver que llega el verano”, sí, créedme aunque “la tormenta es más que un movimiento, hay un cielo (que nos protege) en esta incertidumbre” (otra vez “Un soplo en Dios. Un viento”).

Lo sabemos: hay un cielo en esta incertidumbre, una protección, una seguridad de estar en casa y no tener miedo, el pan de todos los días en la mesa: la calidez, el calor, la paz, la ternura de un pan recién hecho como tanto os gusta. Este pan tiene todo eso que añoramos, la tranquilidad, la calma, el sosiego, el orden, el equilibrio: la felicidad. ¿Lo prefereís frito o en “rebaná”? Frito se utiliza en esta receta tan casera en mi tierra, “la poleá”, un postre típico de estas fechas cuyos protagonistas son ingredientes sencillos y humildes que consiguen acogernos y reconfortarnos, darnos todo el calor en estos días de nostalgia.



sábado, 17 de noviembre de 2012

El último refugio





Banana Yoshimoto es el pseudónimo de la escritora japonesa Mahoko Yoshimoto, hija de un conocido filósofo, se dio a conocer con su primera novela Kitchen, de la que quiero hablar hoy.

Tanto el nombre de la novela como de la escritora llamaron mi atención hace ya algún tiempo en una librería. Me encanta abrir los libros y empezar a leer sus   primeras frases: “Creo que la cocina es el lugar del mundo que más me gusta.”  Claro, no podía hacer otra cosa que comprarlo. La protagonista se llama Mikage Sakurai, una chica que se queda sola tras la muerte de su abuela; desde entonces comienza a cobijarse en la cocina. Después aparece Yuichi Tanabe y su padre-madre Eriko, todo se complica entre tecnología, ordenadores, cocina, amistad, amores y guisos. El resto podéis encontrarlo en el libro: no quiero estropearlo con mis palabras. Desde luego, como  seguro que pensáis , he sacado una pequeña reflexión sobre el amor por la cocina y como puede unir a gente de condiciones muy diferentes.

Mikage no sufre en la cocina, esa estancia la protege de todo, ni siquiera le importa si está limpia o sucia, pues… es el lugar para esconderse, el lugar para refugiarse. Adora las cocinas grandes y llenas de alimentos e incluso podría quedarse dormida en una de ellas. Todo este mundo es el que le ayuda a salir de la tristeza tras la muerte de su abuela. Yoshimoto utiliza esa sensibilidad tan típica de algunos escritores japoneses para enseñarnos que al lado del más profundo abismo  puede estar el paraíso, que el afán de supervivencia del ser humano es tan grande que puede agarrarse alas pequeñas cosas que la vida nos ofrece.


Entre muchos de los platos que cocina Mikage está el famoso okonomiyaki, una receta de Japón, originaria de Kansai e Hiroshima, aunque sea el plato típico de Osaka. El significado de la palabra es “cocinado a la plancha” y de eso se trata: de una mezcla de componentes hechos en la plancha. Como las cocinas el okonomiyaki puede tener más o menos ingredientes pueden ser más simples o complejos, más o menos elaborados, más bonitos o  incluso feos, buenos o malos; pero siempre será un okonomiyaki y una cocina. ¿Cómo lo preferéis vosotros?

El libro me ha hecho pensar en la cocina como refugio, de hecho, la palabra “hogar” tiene la misma raíz que “hoguera” y hace referencia al lugar dónde está el fuego en la casa. La cocina es el corazón de la casa, el verdadero hogar, allí donde nos reunimos, nos refugiamos de la inclemencias del tiempo y de la vida. Todos recordamos momentos en la cocina rodeados de gente querida y con una botella de vino abierta. La cocina se convierte en el símbolo por excelencia de acogida, por la calidez, por el olor que desprenden, por el humo de las chimeneas que  nos hacen comprender que hemos encontrado nuestro sitio en la vida. 


domingo, 4 de noviembre de 2012

Los alimentos de la felicidad





El festín de Babette es una película del año 1987 dirigida por Gabriel Axel; adaptación de un pequeño cuento de Karen Blixen, y supongo que conocida por todos . La historia tiene como protagonista a dos hermanas  educadas en el puritanismo protestante,  solteras y “obligadas”  desde jóvenes a renunciar a la felicidad.

La película nos sitúa a finales del siglo XIX en una aldea danesa de  pescadores donde de repente aparece una francesa que huye del terror revolucionario y cambiará la vida de los habitantes del pueblo. Ella trabajará como sirvienta de las hermanas y se ganará a la gente de la aldea con su cocina, con sus platos. Babette decide dar una cena cuando gana la lotería (las cosas buenas hay que celebrarlas), algo que es mal visto por los aldeanos, que como puritanos, no consideran legítimo este tipo de disfrute.

La historia es sencilla: se presenta la vida de unos personajes, luteranos, obsesionados con la austeridad y la concepción de la vida como un lugar para sufrir, sin prestar la mínima atención a la vida como celebración  y sí a la severidad y  a la religión como imposición externa. Babette consigue después de unos años celebrar una cena fastuosa y fabulosa con productos traídos de desde París y es en ese momento, durante la cena, cuando se hace presente la felicidad y el sentimiento de hermandad con las manos unidas cantando a las estrellas. Entonces se dan cuenta de que,  como me dicen siempre, la belleza nos salva y los luteranos puritanos dejan atrás el castigo divino que les ha atemorizado toda su vida.

Otra vez nos encontramos un contraste: el goce de la francesa y la austeridad de los daneses, dejarse llevar por la felicidad o por el rigor, el hedonismo o nihilismo; esos dos puntos son los que hacen significativa la gran cena que organiza Babette porque es el momento en que finalmente todos comulgan en  los placeres de la vida.

Esos placeres tienen que ver con la belleza de los platos, de la presentación de las cosas, de cuidar el mínimo detalle para atender a los demás con delicadeza para eso también es importante la cocina, quien cocina y el querer agasajar a los demás con lo mejor que sabes hacer. En esto también nos salva la belleza.

Además tenemos el contraste del frío y el calor, de lo dulce y lo ácido en este semifrío de cereza, no tan abundante y evidente como la tarta de cerezas con frutas confitadas y licor que sirvió Babette en  la cena, pero si suficiente para celebrar la vida, eso nos enseña la película.