domingo, 28 de octubre de 2012

La vida es un puente




Hace unos días conducía, como todas las mañanas, a mi trabajo. Siempre escucho Hoy empieza todo en RNE 3 y ese día Ángel Carmona @carmouna hizo referencia a un grupo nuevo, California Wives ; en concreto a una canción, Marianne. El tema me dejo deslumbrada  y comencé a buscar información sobre el grupo. California Wives está formado por jóvenes que viven en Chicago cuyo primer álbum se llama Art History. En él podemos encontrar auténticas maravillas pero hay algunas canciones que llaman más mi atención, de la que quiero hablar hoy, Tokyo pero también Twenty Three y, como no, Marianne que os podéis bajar desde el enlace que he colocado en el nombre del grupo.. Todo el disco es refrescante y hay en él una mezcla de rock melancólico con ondas electrónicas que atrae muchísimo.

Tokyo comienza con una tradicional melodía japonesa, con el pasado y rápidamente pasa al futuro a la modernidad, el rock, los sintetizadores… La canción mezcla así dos elementos, que también chocan en su letra: vemos a las personas cambiar, desvanecerse y caer en medio del mar buscando el camino al que desean llegar, mientras se “construyen edificios y alarmas en Tokyo; estamos cambiando puedo oírlo, puedo verlo”.

 

Los días inciertos que vivimos tienen que ver con esto mucho más de lo que creemos: cambiamos, dejamos atrás lo que éramos y vamos hacia un futuro lleno de edificios altos, luces artificiales, alarmas… un futuro que se nos impone con su estética grandilocuente, propia de los grandes bancos y compañías.

En Japón y en Europa el pasado está siempre presente, es múltiple, está por todos lados, en ocasiones es algo que pesa en exceso; por eso, a veces se nos olvida que de él debemos guardar lo fértil, aquello que podemos reutilizar: debemos preservar lo que nos libera, por ejemplo, la belleza. Eso que ha sobrevivido es lo que los mejores modernos desean hasta suplantar.   Por eso, a veces se encuentran perdidos ante el vacío de lo “nuevo”. El pasado se pliega, pero no se rompe. Es el impulso que  nos anima a llegar más lejos, a profundizar en lo que somos y en la belleza que nos rodea.
Y todo esto ocurre con la receta y con la música, estamos ante una reinterpretación del pasado, de lo que ha posibilitado que hayamos llegado hasta aquí, de lo que ha pervivido, de la belleza que se reinterpreta en esta nueva ensalada de col (una receta muy diferente de la habitual de col con mayonesa o coleslaw)y en esta nueva versión, tan cool, de Tokyo.

La comida conjuga tradición y modernidad en muchas recetas pero debemos recordar que incluso para nosotros hay una modernidad que ya es tradición…el tiempo no se detiene.

domingo, 21 de octubre de 2012

Un aliento cítrico


Esperad…, el sabor… y ya se escapa.
… Sólo algo de música, retumbar de pasos, tarareos.
Danzad muchachas mudas y ardorosas,
¡danzad el sabor de la fruta conocida!

Danzad la naranja. ¿quién puede olvidarla?
Cómo ella, ahogándose en si misma, se defiende
Contra su dulzura. La habéis poseído y
Deliciosamente se ha convertido ella en vosotras.

Danzad la naranja. Arroja de vosotras el cálido paisaje
¡para qué así la madurez irradie
en los años de la patria! Revelad enardecidas,

aroma pro aroma. Cread el parentesco
con la cáscara para que se niega,
con el jugo que se colma a la dichosa.



En al última entrada del blog dejé escritos los primeros versos del soneto XV incluido en Sonetos  a Orfeo de Rainer María Rilke y no he querido dejar pasar el momento sin hablar del poema completo. El escritor, conocido por todos, nació en Praga en 1875 y murió en Suiza en 1926, es uno de los autores más importantes en alemán y entre sus obras más conocidas están Los Sonetos a Orfeo, Las Elegías a Duino y en prosa Cartas a un joven poeta.

Los Sonetos a Orfeo fueron escritos en el año 1922 en un arrebato de inspiración motivado por la muerte de una joven bailarina, Wera Ouckama-Knoop a quien admiraba especialmente. Orfeo era uno de los personajes que más obsesionaba a el poeta; enamorado de Eurídice baja al infierno a por ella y allí la pierde por segunda vez ante su impaciencia. En muchos de estos sonetos se hace referencia a él mismo y a los temas que llamamos órficos: la celebración, el canto y la ofrenda,  y otros como el vínculo entre el amor y el dolor, además del maravilloso mundo del gusto y el olfato, como este que nos ocupa hoy.

En el poema el protagonista es el sentido del gusto, pero también las naranjas y algunas muchachas bailarinas (referencia clara a Vera). Las naranjas empiezan a estar en temporada y son mi cítrico preferido, como todos ellos, tienen mucha diferencia de sabor y textura entre su cáscara y su piel. La cáscara es amarga y aceitosa, el interior es jugoso y algo más dulce pero no del todo, como dice Rilke “se defiende contra su dulzura”. De manera que tenemos dos caras muy diferentes, el pastel posee la densidad  de la almendra y el carácter especiado de la naranja; como también todos nosotros: un lado dulce y amargo, alegre y triste, divertido y aburrido…muchas veces las apariencias engañan y ante un aspecto desagradable hallamos la máxima delicadeza y elegancia. 

La poesía del alemán tiene una extraña profundidad que nos conduce al fondo de las cosas. Poesía que nos abre una ventana nueva, la de la salvación, la de la belleza y  la de lo nuevo porque los tres conceptos van de la mano. Rilke nombra lo que llega a nuestra boca, a nuestro gusto en un instante y en ese momento lo hacemos nuestro. La lírica, como este dulce de naranja, nos lleva más allá de la apariencias porque nos hace ver de otro modo la cotidianeidad ante la cual no nos queda más remedio que rendirnos cautivados para siempre. “Un soplo en Dios. Un viento.”


*El pastel de naranjas y almendra es una receta de Claudia Roden, una excelente  antropóloga y escritora de cocina nacida en El Cairo, educada en París y formada en arte en Londres, donde actualmente vive. El libro de  la cocina judía es su obra de referencia.


sábado, 13 de octubre de 2012

Los sabores fugitivos






“Esperad…, el sabor…y ya se escapa”

Rainer María Rlke

El gusto es uno de los sentidos, junto con el olfato,  más misteriosos  y lo es por  su fugacidad y por la espera que necesitamos para disfrutarlo; debemos esperar para que llegue el sabor. Por eso, también podríamos describirlo como pasajero, transitorio, puesto que sería insoportable si lo sintiéramos siempre.

Todo esto aparece, junto a los demás sentidos, en una de las más maravillosas obras de arte que nos ha dejado la Edad Media: el conjunto tapices conocidos como La dama y el unicornio (La dame à la licorne). Me refiero a seis tapices que se encuentra en el Museo Cluny o de le Edad Media en París, muy cerca de La Sorbona. Al parecer su origen es flamenco, están datados en el siglo XV y hechos con hilos de lana y seda. Cada uno de ellos representa un sentido: el gusto, el olfato, el tacto, el oído, la vista y el último tapiz llamado À mon seul desir.

Todos estos tapices son misteriosos, todos son enigmáticos, hoy nos concentramos en el gusto. En este la dama está flanqueada  por el león y el unicornio, mira al periquito que tiene en su mano izquierda mientras que toma un dulce (“friandise”, golosina en francés) que le ofrece su sirvienta de un recipiente lleno. Le acompañan también un perro y un mono. El paisaje está lleno de otros animales: otro unicornio pequeño, conejos… El entorno llama la atención por su suntuosidad y sofisticación,  está recargado de flores y animales; sobresale con una fuerza especial la dama, que con sus gestos delicados y sugerentes parece estar flotando.

Esta imagen nos hace  sentir la intensidad de un sabor, la fugacidad con que nos conquista y nos incita a disfrutar del momento. Muchas veces la ansiedad, los momentos de desesperación y el estrés no nos hacen pararnos a pensar y a degustar un pequeño bocado. Bien merece la pena preparar con esmero estas golosinas de tomate, porque el momento de placer que nos proporcionarán quedará grabado en nuestros sentidos con una fuerza que otro día nos sorprenderá y despertará en nosotros recuerdos… como sabía Proust.

Pero no nos engañemos: los sentidos no lo son todo y À mon seul desir parece avisarnos de ello porque como leimos en El Principito:  “On ne voit bien qu’avec le coeur. L’essentiel est invisible pour les yeux”. (“No se ve bien más que con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos).


domingo, 7 de octubre de 2012

Silencio, se cocina




Mademoiselle Chambon. Une affaire d’amour. es una película francesa estrenada en el año 2009 en Francia (a España llegó en el 2011) dirigida por Stéphane Brizé y protagonizada por  Sandrine Kiberlain y Vincent Lindon. Se trata de una pequeña historia en todos los sentidos: Jean es un albañil y un buen hombre que conoce a Mademoiselle Chambon, la maestra de su hijo. Entre ellos se establece una relación “silenciosa” basada en los gestos y en las miradas que contrapone dos formas diferentes de ser: el un obrero de pueblo aparentemente feliz, ella una mujer refinada que procede de un mundo bastante diferente. Y con solo gestos y expresiones nos sentamos ante la disyuntiva entre los amores posibles e imposibles, ante la esperanza por un futuro diferente, ante la fragilidad, ante lo sensible y ante la belleza.


Me ha parecido muy llamativa esta forma de contar las cosas, de decir sin articular palabra, lo encuentro de una maravillosa delicadeza. Como digo, el silencio es parte protagonista del largometraje francés, silencio ante la mirada rotunda de Lindon (que podríamos calificar de ruidosa) a la mujer que quiere y sigilo en la inmensa soledad de ella.

Una de las escenas que se repite a lo largo de la película es la manera en que ella disfruta de un té ante si misma y sus sentimientos, pensando sorprendida ante un amor inesperado. Por eso, hoy toca deleitarse ante un simple té en la soledad de la cocina. Hay alimentos que nos invitan a eso, a pensar, a meditar y resolver nuestros problemas e inquietudes y por supuesto, el té es uno de ellos. Por otro lado, también existen lugares apropiados para ello, nada más relajante que la cocina para tomar algunas decisiones y poner en orden las ideas, al menos en mi caso.
Mucho de lo que somos tiene un reflejo significativo en nuestra relación con los alimentos, con la forma de tomarlos, comer en soledad o tomar algo solo, puede ser  un momento para descubrir más cosas sobre nosotros mismos. De la misma manera, si cocinamos solo para nosotros, nuestros sentidos son más libres y somos aquello que queremos ser; nuestra creatividad se incrementa y valoramos lo verdaderamente hermoso de la vida porque lo importante es que no elegimos las circunstancias sino la forma de hacerles frente.