sábado, 25 de octubre de 2014

Del verde Arnolfini al azul Klein

       



     “Comer de todos los colores”: eso es lo que dice mi amiga Rosana, sobre todo cuando alguien le hace referencia a la #comidamarron. Los colores son importantes no sólo para comer (y podemos verlo en el proyecto que ha llevado a caboGastromedia), sino también para transmitirnos sensaciones, incluso sentimientos. Es algo que sabemos desde hace tiempo: el ocre de algunas piezas prehistóricas, el verde Arnolfini, el rojo veneciano, el azul Klein… esto también nos lo ha enseñado el arte y su historia, porque si tenemos suerte, es mirando obras de arte cómo aprendemos a ver.



            El color es especialmente significativo en el expresionismo abstracto; los artistas del color (con Rothko a la cabeza) frente a los artistas gestuales (ya sabéis, Pollock). Todos ellos crearon belleza. La artista que me ha tenido unos días ocupada pertenece al primer grupo. Los colors fields son predominantes en su trayectoria: de una forma delicada y sensible transforma el óleo e incluso la pintura acrílica en verdaderas aguadas. Ella es Helen Frankenthaller y su trabajo es realmente valioso. Tuvo una infancia y juventud acomodadas, gracias al trabajo de su padre; aprendió con Tamayo y estuvo relacionada con Greenberg y Motherwell, pero siempre manteniendo una formidable independencia artística y creativa. Sus parejas le ofrecieron un gran apoyo intelectual y ella supo aprovecharlo.




            Su obra está, lógicamente, sometida a cambio, pero la más llamativa, quizás por ser de las primeras, es Mountains and seas. Por supuesto predominan los colores y las formas parecen quedar en un segundo plano; los ocres, amarillentos y azules dejan un espacio menor a los rojos, rosas, naranjas, granates y morados que, curiosamente, son los protagonistas, porque la pintura nos habla de los reflejos solares en el paisajes, de los atardeceres que son amaneceres transmitiéndonos esa serenidad propia de la luz que agoniza.





            Se acerca el final del año con la lentitud de una vieja aguja de reloj; a veces he sentido que el otoño es un atardecer perenne. Hay acontecimientos capaces de acercarnos a esos ocasos milagrosos, que se transforman en amaneceres. Siempre me atrajeron los atardeceres que son amaneceres y los amaneceres que son atardeceres.        Por eso este plato de atardecer: “comer de todos los colores", también alimentándonos de los atardeceres, porque sabemos que más tarde se transformarán en un luminoso amanecer. Es eso andamos, esperando al Sol, con la nostalgia de una luz que se clava en nuestros ojos.

domingo, 12 de octubre de 2014

Ella nunca sobra


“Nunca falta alguien que sobra”: esa es una de las frases de Mafalda que más me gustan. Mafalda y su sopicidio fue uno de los primeros post de este blog y la semana pasada cumplió cincuenta años. No podía olvidarme de ella. No podía dejar pasar este momento.



Mafalda es especial para todos nosotros, tal vez por la razón más insospechada o quizás por la tira más rebuscada; yo no podía ser menos. Recuerdo esos antiquísimos volúmenes de colores que mi tío me trajo durante un verano completo: no tenía más de once años y  quedé conquistada por la locuacidad de esta enana. Después vinieron muchos calendarios en Reyes de unas manos poderosas y finalmente Todo Mafalda.



Mafalda me ha acompañado para saborear mis buenos momentos y ha sabido sacarme como nadie una sonrisa en los malos. A veces he pensado que ella era más real que muchas de las personas, supuestamente de carne y hueso, con las que me he ido topando.  Podría ser sarcástica, como Susanita lo es a veces, o tal vez hacer una de esas reflexiones de tipo Felipe que non llevan a ningún lado. Quizás sería posible sacar el lado práctico—negociante—al más puro estilo de aquel que no hace los deberes, sino que los perpetra, Manolito. No sería desdeñable ponerse a mirar al cielo, como Miguelito y acabar gritando como él “¡nunca!”. Mafalda no es sarcástica, sino irónica, pues no quiere herir, sino ayudarnos a reflexionar. Por eso hoy quiero rendirle este pequeño homenaje, tan poca cosa como su sillita, la ONU o los discursos del Papa. Y de nuevo una sopa, porque sé que a Quino le encanta.



El cumpleaños de Mafalda me pone sobre la mesa el paso del tiempo, algo que me asalta todos los otoños: pasarán otros cincuenta años y ella continuará siendo contemporánea de quien la lea: es lo que tienen los clásicos. Y Cortázar lo sabía… y todo esto me ha hecho reflexionar sobre el blog: cómo comenzó, como se ha desarrollado y el camino en el que sigue hoy. Cuando leo el número 0 de los álbumes de Mafalda percibo, si lo comparo con el 8, ciertas diferencias: los personajes no están del todo perfilados, el dibujo es ligeramente diferente y no han aparecido todos los personajes que Quino nos hará conocer en los once álbumes. De manera semejante, todo esto ha ido cambiando: no sólo el tamaño de las fotos o la presentación (tal vez lo que se ve a primera vista), sino también poco a poco su manera de entender las cosas, porque yo misma he cambiado como también lo ha hecho el mundo que me rodea. Pero eso es estar vivo: cambiar, dejar que el mundo entre dentro de nosotros, altere nuestros puntos de vista, siempre un poco precipitados, y vuelta a las dudas. El tiempo es quizás como una buena sopa, aunque a ella no le haga ni pizca de gracia: nos calienta por dentro y puede dejarnos un maravilloso sabor en la boca.




Felicidades, Mafalda.


sábado, 4 de octubre de 2014

Feliz de haber llegado hasta aquí





Mafalda ha cumplido cincuenta años, pero por ella parece no pasar el tiempo. Quino, como otros artistas, tienen la habilidad de hacer obras que ganan con la edad. Este blog se acerca peligrosamente a un nuevo cumpleaños y siempre tengo dudas sobre él.  La letra con salsa entra me ha dado muchas cosas: amigos maravillosos, satisfacciones y alegría,  1080 fotos de cocina, COMIDA'S y ahora Pan y dulces italianos de las hermanas Similli.

Esta semana tenía pensado hablar sobre Mafalda (ya lo hice al principio de todo: aquí) pero hablaré la siguiente, porque más vale tarde que nunca, a pesar de las dudas. 

Aun con la incertidumbre, tengo la alegría de anunciar que el 24 de octubre podréis encontrar en las librerías Pan y dulces italianos de las hermanas Similli, un libro editado por Libros con miga en el que colaboro como fotógrafa. Aquí podéis reservarlo ya, llegará a vuestras casas sin gastos de envío por 18 euros y recién salido del horno, nunca mejor dicho. 

Seguiré por estos lares, con dudas, pero feliz de haber llegado hasta aquí.