domingo, 29 de septiembre de 2013

Sólo tenemos que mirar hacia arriba





Hace ya unas dos o tres semanas que terminé de leer La infancia de Jesús, la nueva novela de Coetzee, que prácticamente me bebí en un día; no es ningún mérito, no es muy extensa.

Podría haber escrito algo sobre ella en ese momento, pero es un relato que te obliga a rumiarlo, a deshacerlo en la boca suavemente para adivinar los matices de los sabores, para sacar en claro todos sus ingredientes.

Porque La infancia de Jesús es un misterio, una inquietud; nos llegamos a plantear incluso si es o no una novela. Y nos hacemos muchas preguntas: ¿de dónde vienen los personajes? ¿A dónde van? ¿Buscan algo? ¿Tienen algún objetivo? ¿Alguna meta? Y ¿por qué La infancia de Jesús? El protagonista del libro se llama David, entonces, ¿para qué aparece ese nombre? Debemos  pensar en la intención del autor al titular, ¿quiere gastarnos una broma o despistarnos? ¿Es una estrategia más para que el libro nos resulte inquietante? ¿Hay algo oculto en él?


La obra me parece fría y gris, los personajes son autómatas que deben "estar limpios de recuerdos" y me parece triste, en parte, porque somos nuestra memoria y sin ella creo que podemos desorientarnos y perdernos. Los sentimientos casi no se expresan y todo está mecanizado, la gente hace lo que se supone que tiene que hacer, sin cuestionar nada. En cambio, también se dice que vivir es "lo más grande".

Vivir es "lo más grande" y por eso precisamente, supongo,  continúa la novela. En parte es como si Simón y David estuvieran viviendo un impás, como si se encontraran en el limbo, en un lugar indeterminado del que parece que tampoco están muy seguros.
La sensación más fuerte que me produce se relaciona con los colores; no sé por qué pienso en la novela y veo en blanco y negro, sin verde, sin rojo, sin azul, ni violeta...Apagado, un lugar exento de luz. Los personajes me causan incluso miedo:  no parecen seres humanos, son seres indolentes, sin sentimientos, sin deseos; como decía, autómatas. El deseo, o mejor, la falta del mismo es también bastante llamativo en la novela. No hay mucha ilusión o interés por conseguir nada y eso hace que los personajes sean apáticos, no se dejan llevar por las pasiones, "no dicen palabrotas, ni se enfadan" como también señala el narrador.

La comida ocupa un lugar importante, como en casi todos los libros de Coetzee.  En este caso, la comida como acogida; por ejemplo, en la merienda de bienvenida que tiene lugar en el parque. Al contrario de lo que podemos imaginar este recibimiento no es abundante: la dieta básica en Novilla, el lugar donde se encuentran,  es pan y agua (aquí con pasta de judías), no hay sitios donde comprar otra cosa, sólo una pequeña frutería que está siempre cerrada. Por eso, he hecho este pan: la base de la alimentación del hombre, el primer alimento, el origen de nuestra vida y de nuestra historia. El pan como sustento.

La falta de alimentación produce en los protagonistas enfermedad, agotamiento, desdicha; Simón, uno de los personajes, no esperaba nada de esto; incluso acude al médico al sentir vértigo en el trabajo, quien le  dice:  "no mire hacia abajo, mire hacia arriba y no le pasará nada".



Me preguntó también si se trata de una broma y, desde luego, si lo es, es una broma muy pesada. Tengo para mí que Coetzee nos deja una reflexión de la actualidad, de este mundo en que vivimos (educación, trabajo, relaciones, comida, fútbol...);  nos advierte de hacia dónde vamos y en que nos podemos convertir. Creo que sólo tenemos que mirar hacia arriba, allí están los que nos salvan.
Si lo hacemos, tal vez...

lunes, 23 de septiembre de 2013

Alimentos para el alma





Casi sin darme cuenta, me ha alcanzado el otoño, para dorar los destellos de mi verano.


domingo, 15 de septiembre de 2013

Imaginad

Imaginad que estamos a final de los setenta en el Reino Unido: Londres está lleno de pubs donde tocan grupos; que han bebido del “rock and roll” y que ahora crean un nuevo estilo: “new wave”, una nueva ola que arrasa y crea otra nueva.

Entre estos nuevos músicos (que se unen y se separan creando grupos diferentes) destacaron ellos, The Records, formado por Jhon Wicks, Phill Brown y Brian Alterman, quien después fue sustituido por Huw Gower. Por supuesto, todos estaban influenciados por aquel ambiente londinense y por muchas de las bandas musicales que surgieron en esa etapa: los imprescindibles The Beatles, los Byrds, The Moves, algo de los Stones y los Kinks.



 En 1978 publicaron Starry Eyes, la canción que les dio a conocer y de la que hoy os hablo. La melodía está inspirada en Do anything you wanna do y es de esas que al escucharla siempre te anima y te acoge, una canción que da ánimos y te empuja. La letra es un verdadero enredo, hay que desentrañarla pero si conocemos algo de la trayectoria del grupo puede resultarnos más fácil: cuenta la historia del primer manager que tuvieron, quien decidió marcharse dos semanas de vacaciones a Francia. A su vuelta, estaba despedido. Es un ajuste de cuentas: “ No quiero discutir. No hay nada que decir.  Aparta de mí tu mirada de iluso y lárgate por tu camino”.


Las vacaciones han pasado y puede que algunos no hayamos quedado en la estacada, puede que la ira se aloje en nuestro interior: necesitamos relajarnos y nada mejor que poner esta canción muy alta y refugiarnos en la cocina para hacer algo reconfortante y que nos alimente, ¿un cake? ¿Qué podríamos tomar en pub londinense escuchando a estos músicos?



El manager del grupo se largó a Francia y se quitó de los problemas cotidianos sin avisar: pensaba que tal vez las cosas se arreglarían a su vuelta por sí mismas o que los chicos lo solucionarían. A veces podemos tener sensaciones parecidas en la cocina: un lugar de trabajo cotidiano que disfrutamos pero que también exige disciplina. La cocina nos ayuda a prestar atención y cuidar a quienes están con nosotros cada día, con lo cotidiano, que lejos de ser aburrido, es  lo que nos mantiene en pie, como este cake que podemos hacer escuchando The Records pensando que eso es la felicidad: la serenidad de lo diario, las cosas bonitas y humildes que nos rodean, sólo es necesario cambiar la mirada. La felicidad está en nuestras manos. Algo tan simple como una canción, un cake, una carrera y un sencillo conjunto puede llevarnos al final de los setenta, a respirar el ambiente de la Inglaterra del momento: si lo vislumbramos, podemos conseguirlo.