James Rhodes es un concertista de piano de 40 años
pero con unas experiencias vitales de una persona de 80 años, por decir alguna
cifra. Su historia ha empezado a ser conocida en España con la publicación de Instrumental. Memorias de música, medicina y
locura, editado por la editorial Blackie Books
con un estupendo criterio.
El libro está compuesto por veinte capítulos, todos
ellos con una explicación previa de las piezas de música y los autores favoritos
del autor (aquí
tenéis la playlist de todas esas obras). En él se desgrana la historia de
Rhodes, desde cómo su profesor de música empezó a violarlo con cinco años de
edad (y durante cinco años seguidos) hasta cómo intentó suicidarse varias
veces, cómo se autolesionaba, cómo se prostituía y cómo vivió en un psiquiátrico
durante un año aproximadamente.
Instrumental está escrito con una crudeza insólita, con un
lenguaje coloquial y bastante “directo”; no es una novela, quizás unas memorias
y, como digo, bastante desabrida. Se
puede pensar que es algo exhibicionista, incluso victimista y es una pena que
al final casi podríamos calificarlo de libro de autoayuda: los consejos son
excesivos y desmedidos. De todas formas, lo que me interesa del libro es la
manera que tiene de utilizar el dolor y el horror para crear algo hermoso.
Según Rhodes, uno no es creativo por el sufrimiento vivido sino a pesar de eso.
El autor dice que en la vida de todos hay momentos
decisivos que te cambian la vida. Pueden ser positivos y también muy, muy
negativos pero te acompañaran para siempre.
Yo tengo claro cuáles son los míos, también que no
habrá forma de dejarlos atrás. Lo que me
parece inteligente de Rhodes (también de
otros autores como Joan Didion, Luis Mateo Díez o Gabriela Ybarra, más
recientemente) es la capacidad que tiene
para crear a partir de algo que le ha
hecho, le hace y le hará tanto daño. El dolor, el horror y todos esos ratos
malos, malísimos, son fructíferos y se pueden aprovechar; eso es lo maravilloso
de este libro.
“Allí donde está el peligro también crece lo que nos
salva” decía Hölderlin. Nos salva la belleza, lo hermoso, aquello que nos
gusta, nos entusiasma y nos empuja a seguir adelante. A mi hay muchas cosas que
me salvan: la belleza, el arte, la literatura, escribir, hacer fotos, cocinar,
correr, el cine y la música. Todas estas cosas se unen en este blog, así que
aquí me tenéis, con más o menos asiduidad, pero siempre al pie del cañón.
No se me ocurría un día mejor para publicar este
post, tampoco otra receta. He querido hacer algo original, algo que a un niño
pudiera gustarle mucho… , finalmente, creo que no hay un día más lleno de
ilusión para un niño que el día de la llegada de los Reyes Magos; así que aquí
tenéis un roscón.
He seguido una receta base, muy parecida a esta de mi compi Bake
Street, le ha quedado impresionante, ¿verdad? El mío no es un roscón en sentido
estricto, es un pequeño bocado hecho con la misma masa, algo dulce y de una
sola pieza para un niño. Una pequeña alegría.
3 comentarios:
Me sigue maravillando como eres capaz de conjugar literatura, fotografía y cocina. Es una combinación simplemente maravillosa.
Un saludo y por favor, no pares de escribir.
Ciertamente, lo ha dicho Augusto y estoy de acuerdo, no sé me habría ocurrido conjugar la historia de Rhodes con esta receta pero a pesar de eso, sublime. Besos
Hay que aprender a disfrutar y vivir los malos momentos. Al final también forman parte de nosotros y nos moldean el carácter y la forma de afrontar la vida.
Un roscón perfecto.
Besos!
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