"Recoged las rosas mientras podáis,
Largos no son los días de Vino y Rosas,
de un nebuloso sueño,
surge nuestro sendero,
y se pierde en otro sueño..."
Largos no son los días de Vino y Rosas,
de un nebuloso sueño,
surge nuestro sendero,
y se pierde en otro sueño..."
William Blake Edwards ha muerto el 15 de diciembre pasado a los 88 años de edad después de una larga y fructífera carrera. Edwards es conocido como director de películas inolvidables: Desayuno con diamantes (de la que ya comenté algo aquí), Operación Pacífico (de la que hablaré algún día) y Días de vino y rosas (de la que voy a comentar algo hoy) además de El guateque, La pantera rosa o Victor y Victoria.
Edwards comenzó escribiendo, fue guionista de cine, radio y televisión, además de director, productor e incluso actor en la gran pantalla. Esta última faceta le ayudo bastante como director puesto que dejaba a los actores realizar su trabajo con bastante margen.
Tenía una intuición y sabiduría cinematográfica inmensa, algo a lo que contribuyeron buena parte de sus parientes, (padrastro, abuelo político y su segunda esposa; Julie Andrews) todos ellos ejercían profesiones relacionadas con el séptimo arte. Supo rodearse de los profesionales adecuados: Jack Lemon, Audrey Hepburn, Tony Curtis y el gran Henry Mancini. Como dice Carlos Boyero: “Este tío todo lo hacía bien”.
Ha quedado en el recuerdo como director de comedias aunque fue el director de uno de los mejores dramas de la historia del cine: Días de vino y rosas. La película nos cuenta la vida de un relaciones públicas Joe Clay (Jack Lemon) que se enamora de una secretaria Kirsten Anudsen (Lee Remick), se casan y tienen un bebe. Joe siempre ha bebido pero comienza a hacerlo con más frecuencia y arrastra con él a su mujer. Por eso, el film no sólo nos habla del alcoholismo, también de las adicciones y como éstas pueden arruinar la vida de cualquier ser humano siempre pegado al borde del abismo.
Los actores protagonistas hacen una interpretación excelente (la cara de enamorado de Jack Lemon en la primera cena con Kirsten es impagable, al igual que el sufrimiento de su rostro en algunas escenas en las que padece el síndrome de abstinencia) ambos recibieron la Concha de Plata a los mejores actores junto con Black Edwards a la mejor dirección y, como no, un Oscar a la mejor canción de la mano de, una vez más, del gran Henry Mancini.
Una historia en la que cualquier persona puede verse retratada porque todos decidimos si tomar o no un camino (podemos llamarlo alcoholismo pero también de otras muchas formas: ludopatía, cleptomanía, anorexia, bulimia, depresión o amor). Aunque es muy difícil meterse en la piel de los demás, por eso, para cada persona el camino que le lleva a donde su corazón le empuja, el camino difícil, es diferente y esta maravillosa película es un buen ejemplo de ello.