Mujercitas, quizás mucho más conocida como
película, es uno de
los primeros libros que habla de mujeres y está escrito por una mujer. No tengo
claro de qué hablamos si nos referimos a la literatura de mujeres o a la
escrita por mujeres, a la literatura feminista o la que se dirige a mujeres. Me
identifico, lo sé, con muchas mujeres que escriben y lo hacen bien: escriben
bien poesía, escriben bien novelas, que escriben bien ensayos. Últimamente, y
tampoco sé muy bien por qué, he estado rodeada de libros escritos por mujeres: Biografía de Virginia Woolf. Una vida por
escrito, todo Anne Carson (excepto La
belleza del marido, si hay alguien por ahí a quien le gustaría hacerme un
regalo, hasta hace nada en Iberlibro por unos noventa euros), Lydia Davis, Joan
Didion, Renata Adler, Inger Christensen; también las que llevan más tiempo
acompañándome: Idea Vilariño, Sylvia Plath, la gran Szymborska, Susan Sontag, Storni,
Gabriela Mistral, Pizarnik, Nadiezhda, Anne Sexton, la propia Woolf y tantas
otras cuyos textos consiguen hacerme sentir lo que ellas sentían o me han
llevado a entender lo que me ocurría.
Tenemos muchas
escritoras, muchos libros, muchas ideas sumados a mi incapacidad para decidir y
elegir: me detengo en un punto desde el que sólo observo, miro, veo y leo.
Tengo muy claro que soy mejor con las imágenes: no que sea buena, sino que con
una foto puedo transmitir mis sentimientos mejor que con mis palabras y su
pulso inseguro para enhebrar ideas. Quizás por eso todas estas mujeres
representan tanto para mí. Me asombro ante su facultad para expresar eso mismo
que estoy pensando, eso otro a lo que estoy continuamente dándole vueltas. Me
abruma tanto su talento que no puedo elegir una para vosotros: todas son una, y
acaso yo soy todas.
Yo soy una mujer
que escribe, lee, trabaja, cocina, hace fotos, corre, sale con amigos, disfruta
de la vida… y este caleidoscopio de mis días se refleja en lo que hago, en este
blog, que “anochece”, en esta vida que procuro llevar adelante a trompicones.
Por razones
semejantes no soporto los discursitos sobre la coeducación en los institutos,
pues lo que hacemos es contraproducente: podemos celebrar el día de la mujer
con fotos de hombres haciendo labores del hogar, pero eso no tendría que ser algo
extraordinario, y sólo conseguimos el efecto contrario al que buscamos en los
adolescentes. Crecen con eso, también con “el compañeros/as” “alumnos/alumnas”,
“poetas/poetisas”, “padres/madres”, “profesores/profesoras”, “tutores/tutoras”,
“caballos y yeguas”... pero ¿por qué? Si todos somos compañeros, ¿cómo hemos
podido acabar hablando y escribiendo así? El colonialismo lingüístico nos lleva
a despreciar nuestra lengua, e incluso diría que a torturarla. No se puede
acusar al idioma de estar ideologizado y propugnar como solución: ideologizarlo
más.
Con la comida me
pasa un poco igual: hay veces que me quedo paralizada y no sé qué escoger, pero
suelo acabar decidiéndome por aquello guarda relación conmigo, me reconforta y
me alimenta por dentro. Algunas de estas mujeres tuvieron una relación especial
con la comida, por ejemplo, sabemos que Virginia Woolf al final de su vida
empezó a obsesionarse con ella, Renata Adler cocinaba, tirando inmediatamente
el plato para volver a hacerlo a media tarde, ahora sí, de forma perfecta. Muchas
veces reflejamos nuestras obsesiones, nuestros problemas, traumas e inquietudes
en la comida, en nuestra forma de cocinar, de comer y de alimentarnos. Aquí
tenéis una de las mías pues desde hace ya casi un año, y por cuestiones que no
vienen al caso, no tomo leche de ningún mamífero, tampoco huevo; claro, así es
muy difícil poder tomar algo dulce. Como ya he dicho en otras ocasiones, tuve y
tengo debilidades: siempre fui de dulce. Los obstáculos son para superarlos, si
no, ahí tenéis a todas estas mujeres Y,
por cierto, en la cocina tiene pleno sentido distinguir entre huevos y huevas…
*La receta procede
de esteblog. Yo he hecho algunos cambios: no tiene chocolate y sólo harina de
avena, así que también es apta para celíacos, es vegana y “dairy free”. Y, por
supuesto, está bueníííísima.
1 comentario:
Tengo que hacer un ejercicio de reconciliación con el plátano, no suelo comer nada que lo lleve pero me han conquistado las galletas y también usar dátiles en vez de azúcar.
Un beso
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