“Nunca falta
alguien que sobra”: esa es una de las frases de Mafalda que más me gustan.
Mafalda y su sopicidio fue uno de los primeros post de este blog y la semana
pasada cumplió cincuenta años. No podía olvidarme de ella. No podía dejar pasar
este momento.
Mafalda es especial
para todos nosotros, tal vez por la razón más insospechada o quizás por la tira
más rebuscada; yo no podía ser menos. Recuerdo esos antiquísimos volúmenes de
colores que mi tío me trajo durante un verano completo: no tenía más de once
años y quedé conquistada por la
locuacidad de esta enana. Después vinieron muchos calendarios en Reyes de unas
manos poderosas y finalmente Todo Mafalda.
Mafalda me ha
acompañado para saborear mis buenos momentos y ha sabido sacarme como nadie una
sonrisa en los malos. A veces he pensado que ella era más real que muchas de
las personas, supuestamente de carne y hueso, con las que me he ido
topando. Podría ser sarcástica, como
Susanita lo es a veces, o tal vez hacer una de esas reflexiones de tipo Felipe
que non llevan a ningún lado. Quizás sería posible sacar el lado
práctico—negociante—al más puro estilo de aquel que no hace los deberes, sino
que los perpetra, Manolito. No sería desdeñable ponerse a mirar al cielo, como
Miguelito y acabar gritando como él “¡nunca!”. Mafalda no es sarcástica, sino
irónica, pues no quiere herir, sino ayudarnos a reflexionar. Por eso hoy quiero
rendirle este pequeño homenaje, tan poca cosa como su sillita, la ONU o los
discursos del Papa. Y de nuevo una sopa, porque sé que a Quino le encanta.
El cumpleaños de
Mafalda me pone sobre la mesa el paso del tiempo, algo que me asalta todos los
otoños: pasarán otros cincuenta años y ella continuará siendo contemporánea de
quien la lea: es lo que tienen los clásicos. Y Cortázar lo sabía… y todo esto
me ha hecho reflexionar sobre el blog: cómo comenzó, como se ha desarrollado y
el camino en el que sigue hoy. Cuando leo el número 0 de los álbumes de Mafalda
percibo, si lo comparo con el 8, ciertas diferencias: los personajes no están del
todo perfilados, el dibujo es ligeramente diferente y no han aparecido todos
los personajes que Quino nos hará conocer en los once álbumes. De manera
semejante, todo esto ha ido cambiando: no sólo el tamaño de las fotos o la
presentación (tal vez lo que se ve a primera vista), sino también poco a poco
su manera de entender las cosas, porque yo misma he cambiado como también lo ha
hecho el mundo que me rodea. Pero eso es estar vivo: cambiar, dejar que el
mundo entre dentro de nosotros, altere nuestros puntos de vista, siempre un
poco precipitados, y vuelta a las dudas. El tiempo es quizás como una buena
sopa, aunque a ella no le haga ni pizca de gracia: nos calienta por dentro y
puede dejarnos un maravilloso sabor en la boca.
Felicidades,
Mafalda.
5 comentarios:
A mí me encanta Mafalda y como ella detesto las sopas, sobre todo si son de pescado. Pero viendo el aspecto que tiene la que nos presentas igual me hago una. Las fotos, como siempre, me encantan.
En lo único que no coincido con ella es en que no le guste la sopa pero por lo demás me encanta, y se merece una entrada tan linda como esta.
Un besito
Cuanta razón tiene Mafalda... la sopa buenísima.
Besicos sorianos
Las lentejas, y si son de "nuestras madres" como ninguna. A mi, siempre que yo las hago me saben a lata. Cuando voy al pueblo a pocas preguntas tengo siempre la respuesta tan rápida: ¿Que te hago para comer hijo? - Lentejas, mamá, lentejas. y de vuelta a Sevilla, no menos de dos tapers congeladas me llevo a casa.
Fabulosa receta y el hecho de mezclar sopa con Mafalda la hace todavía mucho más sabrosa.
Un saludo.
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