domingo, 1 de abril de 2012

Encadenados I.





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Enrique Vila Matas ha presentado un nuevo libro llamado El aire de Dylan y, por supuesto, quiero aprovechar para comentar algo del libro de uno de mis escritores preferidos y  dedicarle una receta. Una de las cosas que más me gustan del escritor catalán es la facilidad con que, sin darnos cuenta, recomienda otros libros, algunas películas,  canciones y así podemos encadenar un inventario vilamatesco.

¿Demasiado Vila Matas? Siento predilección por sus libros: sé que he hablado de París no se acaba nunca y también, un tiempo antes, de un cuento aparecido en una recopilación e incluso de Dublinesca, su penúltima novela. Hay autores que siempre nos encantan, como algunas recetas.
 En el post de hoy, además de meditar un poco sobre El aire de Dylan,  me gustaría representar en cierta manera eso que me pasa cuando tengo  cuando tengo cualquiera de sus libros o artículos entre las manos. Vila Matas me trasmite el entusiasmo por la lectura, el interés por lo nuevo, lo desconocido, por la cultura y el arte, por las diferentes formas de literatura, por la escritura y por todo aquello que va citando como si de un maravilloso descubrimiento se tratara.
De manera que a partir de ahora algunas entradas encadenadas y no solo por la literatura, también por la cocina. El aire de Dylan me llevará a otro libro y la receta, a otra receta a través de un mismo ingrediente. Todo está encadenado y al final, las cosas se acercan más de lo que creemos.
El aire de Dylan cuenta la historia de un joven indolente, Vilnius, con un enorme parecido a Bob Dylan y con un interés desmesurado por fracasar en la literatura. Un nuevo Bartleby que preferiría no hacerlo y un nuevo Oblomov que tampoco lo haría. Vilnius cree que el espíritu de su padre muerto le persigue, además comienza a mantener una relación con Débora, la antigua amante de su padre. Hacia el final del libro encontramos estas palabras:
 “Y fue entonces cuando, al volver a oír a lo lejos las voces desafinadas y, habiéndose asimilados de golpe las emociones de la mañana, ya no pudo más y se derrumbó, cayó en un llanto convulsivo, imparable, el llanto de lo auténtico, el que nos recuerda, le dijo ella, cual es la verdadera esencia del mundo, todo aquello que sólo registramos en su plenitud cuando recuperamos de forma imprevista, de golpe, lo más sagrado y emotivo de nuestra existencia, los primeros años de nuestra vida, lo único que a la larga acaba pareciéndonos verdaderamente nuestro e intransferible”.
Esta reflexión se produce cuando Débora recuerda el verano con sus padres y su primer robo de un pastel de manzana en casa de unos amigos de ellos. El pastel de manzana desencadena una serie de recuerdos e ideas, algo que ya comprendimos con la manzana de Proust y que aquí revive en este muffin de avena y manzana; una merienda que a mi también me trae muchos recuerdos porque tiene el sabor de uno de los postres que no faltaban en casa hechos por mi madre. El muffin tiene una textura ligeramente diferente a la de una magdalena habitual y por eso llama la atención y se retiene más en nuestra memoria gustativa.
El libro y la receta son mi puente hacia otra entrada, hacia otro nuevo continente. Los libros son así: ya lo he dicho a propósito de Vila Matas; pero las recetas también son así: un sabor asociado a una comida aparece de pronto asociado a otra. Quizás la cocina se asemeje a un laberinto en el que, sí, todo está relacionado: el salmón nos lleva a Japón y allí de golpe, nos encontraríamos muy cerca de Barbate. Cada uno tenemos nuestra propia cadena de sabores; pero, paradójicamente, estas cadenas no nos atan, sino que son capaces de abrirnos a nuevas experiencias.
*El precioso papel que he utilizado para las magdalenas y como tapiz para la composición de la receta fue un regalo de mi maravillosa amiga Lucía
Gracias a Katie Stearns por la traducción.

10 comentarios:

Chef Aprendiz dijo...

Parece una receta difícil, pero las magadalenas tienen una pinta muy apetitosa asi que habrá que intentarlo. Las fotos me han gustado mucho.

Catypol dijo...

Que preciosidad de tonos, fotografía, literatura, cocina, eres todo terreno, me encanta, besitos

Ingrid dijo...

Unas muffins sabrosas y con cuerpo, que delicia!
Un beso fuerte guapa!

Elena - delicious stories dijo...

Qué maravilla de entrada, Linda! Desde luego, la comida y la literatura están muy unidas, hay tantas asociaciones... y luego tenemos nuestros propios recuerdos... en fin, todo un mundo por descubrir.
Me encanta venir a visitarte, que lo sepas :)

fresaypimienta dijo...

Los muffins de manzana me encantan y con la avena deben estar tremendos! como siempre, tus fotografías son maravilosas, con sello personal! un beso

In cucina dijo...

Simplemente precioso.

Coses de Llàbiro dijo...

La cocina, la mayoría de las veces, nos trae recuerdos y eso me encanta!;)
Preparo unos pero con copos de avena.
Besos.

delantal dijo...

Me gusta mucho la receta de estos muffins tan sanísimos, pero tus fotos me vuelven loca

Ernestina Causse dijo...

Gracias a todos.

M. Ángeles (Secocina) dijo...

Hola Linda, coincido en lo de Vila-matas. Haces muy bien en hablar de sus libros, a mí también me encanta. Lo mismo que tu recetas y tus fotos, sin duda.
Un abrazo

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