domingo, 27 de febrero de 2011

Falso paraíso

 
 
El gran Gatsby es una novela de F. Scott Fitzgerald (1896-1940), escritor que forma parte de la “generación perdida” con Dos Passos, Steinbeck o Faulkner. Todos ellos nacieron a finales del siglo XIX y vivieron la gran desesperanza después de la I Guerra Mundial. El gran Gatsby  se publicó en 1925, en los felices años 20, la época del jazz en la literatura. América era entonces el paradigma de las libertades, del bienestar, el éxito y el esfuerzo individual, ¿podría representar todo ello alguien mejor que Gatsby?

La novela está narrada por Nick Carraway, un joven de la alta sociedad americana, primo de Daisy y vecino de Gatsby. De este empezamos a leer algo en los primeros capítulos, su semblanza produce tanta atracción que no podemos dejar de leer. Pronto comienza a aparecer como anfitrión de fiestas memorables, como un gran solitario, también como un gran desconocido. Poco a poco vamos averiguando que Gatsby es un enfermo de amor, un chico de clase baja convertido en nuevo rico para merecer el amor por Daisy. En un momento en que la pobreza se entendía como un sinónimo de fracaso, pereza y falta de inteligencia, era necesario que Gatsby llegase a ser rico, se hiciese con un nombre para poder conseguir su mayor anhelo, Daisy. Precisamente para llamar su atención organiza enormes fiestas en su casa: “ Por lo menos, una vez cada quince días un equipo de banqueteros bajaba con una lona de varios cientos de pies y suficientes luces de color para convertir el enorme jardín de Gatsby en un árbol de navidad. Sobre las mesas del bufet, guarnecidos con brillantes pasabocas, se apilaban las condimentadas carnes frías contra las ensaladas con diseños abigarrados, los cerdos de pastel y los pavos, fascinantes en su oro oscuro. En el vestíbulo principal habían instalado un bar con una barra de cobre legítimo, bien lleno de ginebras, licores, y cordiales olvidados hace tanto, que la mayor parte de  las invitadas eran demasiado jóvenes para distinguir los unos de los otros”.

En esas fastuosas fiestas hubiera sido posible comer una ensalada “abigarrada” como la que propongo, parece ser otra cosa aunque resulte una distinta. La apariencia cuenta, y mucho, sin embargo lo excepcional y enigmático es lo que esconde; como decía Nietzsche: “Los griegos eran tan profundos porque eran superficiales”.
De esta manera nos vamos dando cuenta de uno de los rasgos más característicos de la naturaleza humana: siempre perseguimos algo, siempre queremos algo y luchamos por ello, en muchos casos hasta perder la cabeza y arrastrar a otras personas con nosotros. En la mayoría de las ocasiones nos dejamos llevar por las apariencias, por lo superficial y es precisamente eso lo que nos atrae de una manera irremediable, eso es lo que representa Gatsby;  unas bellas apariencias en un mundo frágil con grandes fiestas, un mundo decorado. Como dice Vargas Llosa en La verdad de las mentiras, Gatsby no es más que un personaje quijotesco, una persona que lucha por un sueño que finalmente confunde con la realidad, ese es el encanto de Gatsby y también la razón de la admiración que suscita.

El final se precipita y una novela que al principio parecía estar llena de frivolidad acaba resultando una historia existencialista donde Gastby no es más que un trasunto de nosotros mismos.
 
 

13 comentarios:

Refranero dichoso ¡Dichoso refranero! dijo...

Mala y engañosa ciencia es juzgar por las apariencias: no es oro todo lo que reluce y el aprendiz de todo no es maestro de nada.

alimoto dijo...

Pocas imagenes se quedan en la retina literaria como las fiestas del Gran Gasby desde la barrera!!! Despues Sabrina subida a un árbol nos las vuelve a traer esta vez a la retina cinemátografica.
Bss

Miriam dijo...

Hay que ver, cómo era Nietszche...

Robert dijo...

Hermoso post, aunque incomprendido. Es verdad que siempre perseguimos algo, ¿no somos todos así? Sí, decía uno, hay cosas más importantes que el dinero..., pero son carísimas. Felicidades por el precioso blog.

Judith dijo...

Me encanta el Gran Gastby, pero la quinoa no puedo opinar, nunca la he comido!!! besitos guapa

Coses de Llàbiro dijo...

Me encanta la quinoa, en casa comemos a menudo. Ahora me falta el brócoli, que esto ya cuesta más...
Gran libro!
Besos.

Carmen Mª López dijo...

preciosas las fotos, la quinoa no hace demasiado que la conozco, una combinación interesante

Ivana dijo...

que pinta!!!
la quinoa la quiero probar ya, cada vez que veo un post lo digo pero nunca lo hago, a ver si este finde me lanzo!
besitos

Ingrid dijo...

Nunca he probado la quinoa, pero cada vez veo más recetas con ella y me apetece mucho probarla!! me encanta tu ensalada, tiene un color precioso!!
Muchos Besos

Monica dijo...

Me encanta el sabor de la quinoa y el brocoli, asi que es para mi una receta perfecta.

Delikat Essences dijo...

Hace muchísimos años que me sumergí en ese gran libro de Scott Fitzgeral, recuerdo que fue en la larga travesía de COU a la Universidad, casi 4 meses de ocio donde me leí a gran parte de los clásicos que había en casa de mis padres. Mi madre, gran amante de la novela rusa y francesa del siglo XIX, hacía de vez en cuando una concesión a la literatura americana, fue mi primera vez con Nabokov, Capote y por supuesto, Fitzgeral. Si algo recuerdo con vivacidad son precisamente las fiestas que describes, también me gustaba imaginarme los peinados y los vestidos de las damas.

La receta sencilla y deliciosa, la quinoa me gusta mucho y en mis épocas de huida del trigo recurro mucho a ella.

Un abrazo,

Ana dijo...

La quinoa la probé el lotro día por primera vez, el brócoli, le tengo en la cocina, quizas caiga mañana. Respecto a la novela, no la he leido he visto la película, y me dejo con ganas de Un leerlo.

Un beso

Ernestina Causse dijo...

Gracias a todos por vuestros comentarios.

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