A
veces nos llamamos uno al otro ángel,
luz, sol
Nicola Madzirov
Una
de las obras que más me conmocionó cuando comenzaba a estudiar arte fue el crómlech de Stonehengue, un
monumento megalítico de finales del Neolítico. Los cromlech son túmulos
funerarios en su origen, formados por menhires que dibujan un círculo. Hay
muchos estudios sobre la finalidad concreta de los cromlech: templos religiosos,
monumento funerarios y hasta observatorios astronómicos. Parece cierto, desde luego, que guardan
relación con los cultos solares no sólo por su alienación, sino también porque
el sol aparece asociado a la muerte y a la resurrección, y estas construcciones
es muy probable que en principio estuvieran dedicadas a enterramientos.
Todas
las culturas de la Antigüedad festejaban de una manera u otra el solsticio. Ya en
la época romana se celebraba con las saturnalia
o saturnales la llegada del Sol. El diecisiete de diciembre comenzaban de estos días de fiesta: el grano almacenado después de la recolección
se entregaba para el consumo. Se ofrecía
algún tipo de sacrificio público ante el templo de Saturno y había ritos
privados en todas las casas. A continuación se celebraba un gran banquete donde
se establecían unos ritos de inversión social: los hombres servían a las
mujeres y los amos a sus esclavos rindiéndoles el gran homenaje de compartir
después la comida con ellos. Por supuesto, el cristianismo recogió todos estos
rituales y los adaptó la Navidad.
Hay
veces que una receta me lleva a un
libro, una película o una canción; hay otras que una obra de arte me
acerca a un determinado plato. Unas veces las relaciones llegan rápido: son
relámpagos en mi mente, conexiones; hay otras que debo reflexionar más. En
cualquier caso, el crómlech apareció pensando en esta Navidad y aunque buscando
y buscando hallé esta
maravilla de Arzak; he querido darle mi toque personal: verduras asadas,
frutos de la tierra a la que nos mantenemos pegados, asadas con fuego y
espolvoreadas con queso rallado.
Por
eso, tenemos que estar felices, porque ya llega el Sol que ilumina y da calor a
nuestros cuerpos y almas. Aunque ahora es pequeño, como un niño; pero pronto
crecerá: el frío quedará atrás y sentiremos su calor acariciando nuestros
rostros. Igual lo hace esta maravillosa canción de George Harrison (como dice mi amigo @Romantxus, puro amor)
versionada hasta la saciedad, aunque me quedo con dos porque también son puro
amor. Here comes the sun, sí: aquí
viene el sol, vuelven las ilusiones y sentimos que de mil maneras diferentes
crecemos. Acompañados por los hombres de todas las épocas, podemos celebrar
este acontecimiento sabiendo que celebramos nuestras propias existencias. Disfrutad
de la vuestra.
Me encantan tus fotografías!!! Intentaré seguir tu consejo y disfrutar. Felicidades!
ResponderEliminarYo conozco un cromlech mágico, casi desierto de gente, pero habitado por gallinas camperas y campos de lentejas... un rincón que quita toda la tensión....
ResponderEliminarFelices fiestas para ti también. Disfruta de los que más te quieren.
ResponderEliminarBesos
fascinante tu personal homenaje a los cromlech!!!! una idea estupenda Linda, y qué rica! que tengas una feliz Navidad guapa, un besito
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