jueves, 26 de diciembre de 2013

Metamorfosis

Hasta ayer era un personaje de esta novela, era la Linda Susan pero en realidad ni soy Linda, ni soy Susan y mucho menos un personaje de Bryce Echenique. Soy Ernestina Causse: encantada.


¿Por qué Linda Susan? Porque es uno de los personajes de Un mundo para Julius y me encanta. ¿Por qué un adulto vuelve a su infancia? Porque siente nostalgia de ella, pero no de cómo fue, sino de cómo le hubiese gustado que fuera. Recordamos el pasado para construir el futuro: sabiendo de dónde venimos podremos imaginar adónde vamos. ¿No llamamos a eso experiencia? Construimos nuestra identidad a base de recuerdos. Lo mejor está siempre por venir y recordar es una forma de decirnos a nosotros mismos quiénes somos. Julius elige sus recuerdos.

Yo elijo un bocadillo de Nocilla porque son las largas tardes de verano saltando por la casa; también las cortas de invierno, al calor de Pumuky. Nocilla blanca, siempre preferí la blanca: era más dulce  y yo siempre (tuve debilidades) fui de dulce. Era el  mejor momento del día.

Julius es un niño peruano miembro una familia acomodada. Su padre muere muy joven y su madre, la linda Susan, se vuelve a casar. Todos lo dejan solo, como su hermana Cinthia, que no volvió de Boston, su padre, y su madre que está siempre de cóctel en cóctel. Julius se construye un mundo para él, un mundo para Julius, y descubre la “crueldad” del de los adultos a medida que va creciendo.

Yo me construí un mundo de cosas bonitas, un mundo de mis cosas bonitas, las cosas que me gustan, reunidas en este blog que tantas alegrías me ha proporcionado: fotografía, cocina, literatura, música, arte, cine… Por La letra con salsa entra he conocido a gente maravillosa, he disfrutado mostrando las realidades que me apasionan, las verdades que me obsesionan y me dan qué pensar. En este blog he invertido tiempo, mi tiempo, que es mi vida y en él están ya algunos de mis recuerdos: los guardo con cariño porque ellos me dicen también quién soy y de dónde vengo.



He vivido en este árbol durante tres años largos; pero como Julius, también he crecido, con el tiempo se han desplegado mis alas y ha llegado la hora de empezar algo nuevo. Como dice Jorge Drexler: "Cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da, nada es más simple, no hay otra norma: nada se pierde, todo se transforma" y esto sigue adelante pero de otra manera, ¿me acompañáis?

jueves, 19 de diciembre de 2013

Aquí llega el sol...




                                                                      

                                                                       A veces nos llamamos uno al otro  ángel, luz, sol 
                                                                                                                  Nicola Madzirov


 ¿Qué es el Sol? El Sol es calor, el Sol es vida, el Sol es la vida. Los hombres de todas las épocas han contemplado con admiración al sol y si hacemos un poco de memoria para remontarnos a tiempos pasados, la Navidad, esta que ahora celebramos en algunos lugares del mundo, festeja la llegada del Sol, pues en el hemisferio norte estamos a punto de alcanzar el solsticio de invierno.



Una de las obras que más me conmocionó cuando comenzaba a estudiar  arte fue el crómlech de Stonehengue, un monumento megalítico de finales del Neolítico. Los cromlech son túmulos funerarios en su origen, formados por menhires que dibujan un círculo. Hay muchos estudios sobre la finalidad concreta de los cromlech: templos religiosos, monumento funerarios y hasta observatorios astronómicos.  Parece cierto, desde luego, que guardan relación con los cultos solares no sólo por su alienación, sino también porque el sol aparece asociado a la muerte y a la resurrección, y estas construcciones es muy probable que en principio estuvieran dedicadas a enterramientos.



Todas las culturas de la Antigüedad festejaban de una manera u otra el solsticio. Ya en la época romana se  celebraba con las saturnalia o saturnales la llegada del Sol. El diecisiete de diciembre comenzaban  de estos días de fiesta:  el grano almacenado después de la recolección se entregaba para  el consumo. Se ofrecía algún tipo de sacrificio público ante el templo de Saturno y había ritos privados en todas las casas. A continuación se celebraba un gran banquete donde se establecían unos ritos de inversión social: los hombres servían a las mujeres y los amos a sus esclavos rindiéndoles el gran homenaje de compartir después la comida con ellos. Por supuesto, el cristianismo recogió todos estos rituales y los adaptó la Navidad.


Hay veces que una receta me lleva a un  libro, una película o una canción; hay otras que una obra de arte me acerca a un determinado plato. Unas veces las relaciones llegan rápido: son relámpagos en mi mente, conexiones; hay otras que debo reflexionar más. En cualquier caso, el crómlech apareció pensando en esta Navidad y aunque buscando y buscando hallé esta maravilla de Arzak; he querido darle mi toque personal: verduras asadas, frutos de la tierra a la que nos mantenemos pegados, asadas con fuego y espolvoreadas con queso rallado.



 


Por eso, tenemos que estar felices, porque ya llega el Sol que ilumina y da calor a nuestros cuerpos y almas. Aunque ahora es pequeño, como un niño; pero pronto crecerá: el frío quedará atrás y sentiremos su calor acariciando nuestros rostros. Igual lo hace esta maravillosa canción de George Harrison  (como dice mi amigo @Romantxus, puro amor) versionada hasta la saciedad, aunque me quedo con dos porque también son puro amor. Here comes the sun, sí: aquí viene el sol, vuelven las ilusiones y sentimos que de mil maneras diferentes crecemos. Acompañados por los hombres de todas las épocas, podemos celebrar este acontecimiento sabiendo que celebramos nuestras propias existencias. Disfrutad de la vuestra.















sábado, 7 de diciembre de 2013

Luces que son señales




 (“No me juzguéis por las veces que he caído, sino por las que me he levantado”.
    Nelson Mandela)

Llevaba bastante tiempo queriendo leer este libro y no lo he conseguido hasta ahora. Va a ser cierto eso que dicen:  hay momentos propicios para cada libro. Cosas que los nietos deberían saber ha llegado a mis manos ahora, gracias a un amigo y  supongo que la lectura  me ha ayudado a reafirmar algunas de mis ideas.



“Sí, había pasado por situaciones bastante terribles.  Pero tampoco podía cerrar los ojos a las cosas maravillosas que también me habían pasado, y eso era algo que  quería reflejar en mis canciones”  Esto dice Mark Oliver Everett  cuando se refiere al comienzo de su trabajo para uno de sus discos en el grupo Eels, llamado Blinking lights.

Luces parpadeantes o intermitentes, como una metáfora de la vida: a ratos dulce, a ratos amarga. Siempre con esa maravillosa sensación de deslumbramiento una vez se encienden y esa delicada nostalgia cuando se apagan.  Porque según E  “no quería que el disco fuera tan específico y además quería incluir pasajes instrumentales y mucho espacio de relax repartido en dos discos. Quería que estuviese cargado de vida y amor, que abordase la idea de Dios, del Dios que está en los detalles, sea Dios lo que sea. Quería que hablase de la condición de estar vivos. Volvía a hacerme ilusión ponerme a trabajar”.



Y vivir parece que es eso: caerse para después levantarse y volver a caer para auparse con más ímpetu aún. El secreto del libro es quizás ese: Everett cuenta las cosas sin tapujos, sin ningún dramatismo, despojando su historia de victimismo, con una sencillez y sensibilidad apabullantes, tanta como en sus canciones.

Una de las  más conocidas es la que da nombre al disco; hay dos versiones de Blinking lights: una con letra (Blinking lights (for me)) y otra  instrumental (Blinking lights (for you)); por eso una receta con dos versiones diferentes,  también existe otra sensibilidad. Por eso el mismo curry, con marisco y sin él porque los que no lo comemos también saboreamos el mismo plato, aunque con matices diferentes. El fondo de la receta es el arroz,  que podemos identificar con la melodía. ¿A qué receta corresponde cada versión? La señal nos continúa llegando pero cada uno de nosotros puede interpretarla de manera diferente. son esas diferencias, a veces sólo pequeños matices, las que nos hacen preferir una versión de la canción a la otra o una receta a otra. la cocina nos puede enseñar también a ser respetuosos con todas estas diferencias, con esos detalles diferentes: muchas luces brillan en el cielo, como dice la canción, y son tal vez versiones diferentes de la única luz que nos ilumina a todos.

Blinking lights on the airplane wings
Up above the trees
Blinking down a morse code signal
Especially for me

Ain't no rainbow in the sky
In the middle of the night
But the signal's coming through
One day i will be alright again

Blinking lights on the highway cars
Stopping one by one
Get a look at the accident
Didn't see that one coming

And the doctor in the sky
Gonna bring his chopper down
Gonna bring me out alive
And set me on the ground
Once more again

Blinking lights on the airplane wings
Up above the trees




[Luces que parpadean en las alas de los aviones,
en lo alto de los árboles;
intermitentes como una señal de código morse
Especialmente para mí

No hay ningún arco iris en el cielo
en medio de la noche,
pero la señal continúa llegando:
algún día estaré bien de nuevo.

Luces que parpadean en los coches de la autopista
se paran uno a uno
para mirar el accidente
¿No ven que alguien viene

y que el médico por el aire
baja en su helicóptero?
Me van a sacar vivo
y otra vez me colocarán
sobre la tierra de nuevo.

Parpadean las luces en las alas de los aviones,
en lo alto de los árboles]