Stupeur et tremblements (Estupor y temblores) es una novela
autobiográfica de Amélie Nothomb. La
escritora es de ascendencia belga aunque nació en Japón por la profesión de su
padre, embajador, no sólo de Japón, sino también de Estados Unidos, Laos, Birmania…Por
eso Nothomb es una mujer que se ha a sí misma, que ha pasado por diferentes
culturas y eso es algo evidente en sus novelas.
Su
infancia transcurrió en el país nipón, pero con diecisiete años se marcha a
Bélgica para estudiar filología románica. Su estancia no le resultó
satisfactoria satisfactoria y cuando termina los estudios regresa a Japón para
trabajar. Esa experiencia, la de su
vuelta al país oriental es la que recrea en la novela de la que hoy hablamos.
Amélie
entra a trabajar en una gran empresa internacional japonesa llamada Yumimoto; lo
hace consciente de su suerte, contenta y feliz de lo que ha conseguido. Estas sensaciones
cambiarán rápidamente cuando comience a descubrir la indiosincracia japonesa.
El libro está lleno de anécdotas con las que podemos darnos cuenta del “verdadero”
espíritu japonés: el esfuerzo, el trabajo, la seriedad y la inflexibilidad.
Amélie se da cuenta que tiene que llegar a sus jefes llena de “stupeur et
tremblements” como el emperador exigía a sus súbditos que se presentaran ante
él.
La
protagonista, de esta manera, se convierte en una chica sumisa, llena de miedos;
se da cuenta de la importancia que el trabajo tiene para los japoneses, nunca
es suficiente; las horas de dedicación, las tareas y el trabajo. Tanta es la
presión laboral que llega incluso a probar un chocolate blanco con sabor a
melón, que en principio le repugnaba, una especialidad de Hokkaido que le “obliga” a tomar uno de sus jefes, el
señor Omochi. Ahí nos damos del modelo cultural japonés que prioriza el trabajo
sobre el resto de la existencia humana. Los seres humanos nos enfrentamos al trabajo como humanización
o deshumanización; una obligación de la que debemos librarnos o algo relativo
que nos hace personas. Algo parecido sucede con la cocina: puede ser una
tediosa obligación o un placer que nos relaja y realiza. En ambos casos puede
que no haya contradicción sino que los vivamos de una forma u otra dependiendo
de la situación. En la cocina se pueden pasar ratos maravillosos pero cuando se
convierte en una obligación sin vocación
puede convertirse en una tortura. El trabajo debería servir para hacernos
felices, no para esclavizarnos, de la misma manera, la cocina debería
divertirnos.
Mi
receta de hoy no es una obligación, no la impongo; ofrezco una posibilidad ante
este relato, como algo que puede hacernos pasar un buen rato haciéndola y
después compartiéndola. Apuesto por la
cocina como algo que nos hace mejores.
Este post es toda una interrogación, como una de sus fotografías. Me ha encantado, Linda. Felicidades.
ResponderEliminarAunque conozco a esta autora nunca he leído una obra suya. No sé, no me ha convencido mucho, pero leyendo tu reseña me has despertado las ganas. He estado en Japón y aunque me fascina su cultura y su sentido de la estética, reconozco que no es un país fácil para un occidental. Son tan diferentes, para bien y para mal, que yo no sé si podría resistir allí demasiado tiempo. Buscaré este libro, gracias por compartirlo con nosotros.
ResponderEliminarUno de mis libros preferidos y también una de las autoras que voy siguiendo. Muchas gracias por compartir el roscón de melón y una tan buena crítica de lectura. Tu blog es maravilloso Linda. No me canso nunca.
ResponderEliminarGracias por descubrirme no sólo la receta, el melón en el bizcocho me ha sorprendido mucho, sino también a esta autora, y tus palabras tan acertadas como siempre.
ResponderEliminarBesos
Coincido en todo lo que dices sobre la cocina. Cocinar puede ser algo más que llenar el estómago y merece la pena. Me apunto el libro, parece muy interesante.
ResponderEliminarUn abrazo
Qué sustancioso este post!! desde lo original que es la receta, al libro que nos propones, que me parece interesantísimo y la reflexión sobre hacer las cosas como obligación...
ResponderEliminarEn cuanto a chocolate yo prefiero el negro pero el melón me encanta, y la verdad es que el roscón parece que está diciendo:"cómeme".
ResponderEliminarnunca dejo de sorprenderme con estas fantásticas recetas
ResponderEliminarUna delicia disfrutar de cada nueva entrada, sin imposiciones, apostando por lo mejor en todo sentido, estético, culinario, pero sobre todo lleno de mucha belleza!
ResponderEliminarBesos.
Me parece súper interesante el libro, lo buscaré, porque en mi pequeñísima experiencia de trabajo en Japón pude casi percibir esa relación tan especial que cuenta la autora de los japoneses con el trabajo... claro que yo iba con españoles y además íbamos aleccionados sobre pequeños giros en las maneras de comportarnos, de movernos entre ellos para no meter la pata....
ResponderEliminarAh, sí! Igual que la autora yo tendría que hacer un esfuerzo por probar tu rosco (aunque al final lo probaría porque la pinta es imponente) porque el chocolate blanco no me gusta nada, nada....
ResponderEliminarRepostería con melón, igual es la primera receta que veo. Sólo he probado una receta, un dulce japonés.
ResponderEliminarBesos.
Un roscón delicioso.
ResponderEliminarBesos
Muy interesante el blog. Me ha sorprendido sobre todo la calidad de las fotos. ¿Son tuyas?
ResponderEliminarQue original este roscón de melón, una gran idea combinarlo con el chocolate blanco! un besito
ResponderEliminarMuchas gracias a todos. A la pregunta de Manuel, sí señor, mías. Un beso
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