domingo, 30 de septiembre de 2012

La coincidencia de los opuestos



Artic Monkeys es un grupo británico formado por cuatro artistas, que se dieron a conocer por Internet agracias a sus seguidores, quienes fueron distribuyendo demos por la red. Por eso se dijo de ellos que eran la banda que podía haber cambiando el mercado de la música.

Son considerados como un grupo “post punk revival” al igual que otras bandas que se encuentran entre mis favoritas: Franz Ferdinad, Kaisier Chief y The Strokes. Además, entre sus principales influencias están : The Smith, su vocalista Morrisey y Jarvis Coker, en su día líder de Pulp; esos influjos podemos apreciarlos en sus letras basadas en la realidad social.

EL grupo se forma alrededor del año 2001, pero no se hicieron conocidos hasta el 2007 con su primer álbum Whatever people say I am, that´s what I’m not con el que consiguieron el galardón al mejor álbum británico. Después han ido llegando otros discos como Favourite worst nightmare, Hambug y el último, Suck it and see, al que pertenece esta canción llamada She is a thunderstorms.




La canción habla de una chica que se presenta ante el protagonista como una tormenta eléctrica, igual que un trueno. Las tormentas eléctricas se forman cuando dos masas de aire a diferente temperatura se encuentran, es decir se produce un profundo contraste. Así me imagino a esta chica, con una personalidad doble, como la canción de Artic Monkeys que tiene dos ritmos diferentes: comienzo lento que asciende poco a poco, llena de altibajos buscando el equilibrio, con dos mitades, con dos estilos.

La dualidad de ingredientes también aparece en esta receta: tormenta de café helado con vainilla. La oposición del frío y del calor, de lo amargo y lo dulce; todo se diluye en esta bebida, todos los sabores se concentran finalmente y se ensalzan la intensidad de dos ingredientes: la vainilla y el café. Una sensación que en nuestro paladar se convierte en el rayo de esa tormenta.
Gracias a Katie Stearns por la traducción.

domingo, 16 de septiembre de 2012

La comida amansa a las fieras





La fiera de mi niña (Bringing up baby) es una película dirigida por Howard Hawks en 1938. La trama desarrolla la relación entre David Huxley (Cary Grant) y Susan Vance (Katherine Hepburn); él es un paleóntologo a punto de casarse con su secretaria y ella es una joven adinerada y de buena familia que manipula a Huxley hasta conseguir lo que quiere. No hace falta contar mucho más, es un clásico y todos lo habréis visto; quien no, debe ponerse rápidamente a rellenar esa laguna, pasará un buen rato.

Lo curioso es que la película no tuvo nada de éxito en taquilla, a Hawks se le retiró su siguiente largometraje y Hepburn tuvo que ceder parte de su sueldo. Con el tiempo se ha convertido, sin embargo, en una comedia imprescindible. Estamos hablando de una comedia, por lo tanto, las cosas se exponen de forma liviana, muy divertida, con un ritmo trepidante y loco que nos hace vivir momentos desternillantes. Aunque no por ello pierden en seriedad. La fiera de mi niña es una película de contrastes como al director le gustaba: contrastes entre hombres y mujeres pero también contrastes entre dos tipos de mujeres, la novia remilgada y estricta y la nueva chica, Susan, alocada, divertida y liberal.

El contraste entre las dos mujeres puede proporcionarnos una reflexión sobre las diferentes formas de tomarnos la vida: la pesimista y la optimista, la pausada y la acelerada, la reflexiva y la alocada, la programada y la espontánea. Supongo que todos nos quedaríamos siempre con el segundo adjetivo, aunque en la práctica eso no suceda, nos falta empuje y nos sobra miedo. Por otro lado, no existe pureza en esto, es decir, todos combinamos los dos extremos aunque sobresalga alguno; también como en la cocina, alternamos sabores y algunos son predominantes. Digamos que la vida puede ser el leopardo que aparece en el film, Baby, al que Susan no le tiene ningún temor aunque sea un animal carnívoro y pueda “llevársela por delante” mientras David tiembla con sólo escucharlo. Hay que arriesgar, en la vida hay que arriesgar para conseguir lo que queremos; y para que el leopardo no nos coma debemos proporcionarle alimento: un curry de carne, sabroso y exótico como este, con sabores intensos que ayudarán a amansar a la fiera, entonces tendremos la valentía para poder con ella.

Por otro lado, en la cocina tampoco vale el miedo, hay que alimentarla con la experiencia, con el trabajo y el esfuerzo y, por supuesto, el entusiasmo y la ilusión  porque como en la vida; hay que proponerse seriamente los sueños, entonces dejarán de serlo.
Gracias a Katie Stearns por la traducción.

domingo, 2 de septiembre de 2012

El alimento de la hospitalidad






Este verano he tenido la fortuna de acudir al Festival de Teatro de Mérida: se estrenaba Electra, la tragedia griega de Eurípides, con adaptación de Vicente Molina Foix y dirigida por José Carlos Plaza. Por supuesto, además de sentirme apabullada ante un escenario tan increíble, la obra me proporcionó algunas ideas para reflexionar.


Electra era hija de Agamenón, que fue asesinado a su llegada de la Guerra de Troya por Egisto, el amante de Clitemenestra, la madre de Electra. Ella es entregada por su madre a un campesino para evitar que tenga descendencia noble; viven en el campo adonde llega el hermano de Electra, Orestes. Sin darse a conocer, intenta averiguar si su hermana estaría dispuesta a vengar la muerte de su padre. Ambos planean la venganza y una vez llevada a cabo el sentimiento de culpa los hace infelices y vulnerables.


En la Antigüedad el deber de la hospitalidad era sagrado. Aparece en la Ilíada, en la Odisea  e incluso hay un mito,  el de Baucis y Filemón, dedicado exclusivamente al deber sagrado de la hospitalidad. Podemos observarlo en la acogida de Orestes por Electra aún desconociendo que era su hermano. En el mundo griego la hospitalidad sería un deber moral, puesto que tiene un trasfondo de respeto a los que necesitan ser hospedados, es un derecho que no se puede negar a nadie porque, según creían los griegos, los huéspedes son protegidos por Zeus.


De manera que cuando alguien llega a nuestra casa lo acogemos con lo mejor de nosotros, con lo mejor que tenemos ¿qué plato podríamos ofrecerle a un invitado? Algo sabroso y original, ligero pero saciante, que lo haga sentir en su casa y le abra la puerta a un mundo nuevo de sabores. Esta morcilla con queso de cabra y mermelada de tomate puede ayudarnos a dar calor a los necesitados y a descubrir nuevos matices de la vida.

El que llega trae siempre algo consigo, su historia y su vulnerabilidad, ambas nos invitan a sentarnos con él, servirle, escucharlo y cuidarlo. En las ciudades actuales hemos perdido en buena medida la hospitalidad y sólo aocgemos a desconocido, pero de la misma manera que un plato desconocido nos abre las puerta de un mundo nuevo, una persona extraña puede ayudarnos a descubrir otros mundos.


Como toda tragedia y según creían los griegos, Electra causa una "katharsis", una purificación, el estado del espíritu después de la tragedia. Es la purificación del alma, cuando ha comprendido la causa profunda de las cosas, nos prepara de nuevo para los actos del deber y para la aceptación del destino. La tragedia es también un renacimiento, un resurgimiento y giro. ¿No podríamos decir algo parecido de la comida? Comer podría ser también un acto de purificación y aunque nuestra cultura desconoce distinción entre alimentos puros e impuros, los alimentos nos dan fuerza y nos preparan para la vida precisamente porque son parte de ella.