"Todo es verde” dice ella. Mira que
verde es todo Mitch. Cómo puedes decir que sientes todo eso cuando fuera todo
es tan verde.”
Esta es una frase de un cuento corto
(apenas tiene dos páginas) incluido en La niña del pelo raro escrito por
Foster Wallace que podéis encontrar aquí. Los protagonistas de la historia son una pareja que
parece estar en los últimos momentos de su relación, pero quién sabe, si fuera
todo es tan verde.
David Foster Wallace era un escritor
estadounidense acechado siempre por la depresión; terminó suicidándose el doce
de septiembre de 2008. Su obra más conocida quizás sea La broma infinita,
aunque también destacan en su trayectoria La
escoba del sistema, Hablemos de langostas y, por supuesto, La
niña del pelo raro. Me atrae su forma de escribir y mezclar temas serios
con otros banales, su personalidad depresiva, su forma de resolver la vida... Un poco quizás como los colores, que nunca sé demasiado bien por qué me atraen en determinados momentos, pues, aunque todos tenemos un color preferido, hay días y días: verdes, azules o blancos, grises, malvas o negros… Están los colores de la infancia, tan alegremente chillones, y los de la juventud, que se tornan dorados; colores del entusiasmo y del fracaso; lo que no hay—no tengo duda—es una vida sin colores.
Muchas veces entendemos los colores
según nuestro estado de ánimo; otras, con los ojos de las personas que amamos.
Hay veces que el color de una comida nos provoca rechazo; otras, nos
abalanzaríamos sobre ella sin dejar ni rastro del delicioso manjar.
Hoy os traigo una refrescante —por el color y el sabor— crema veraniega; muy
verde: casi todos sus ingredientes son verdes y sabe a verde, riquísima aunque
para mí estos días tenga un sabor
amarillo. Espero que la disfrutéis. También de los colores.
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