domingo, 6 de diciembre de 2015

Número 284


Dejar de escribir. Dejar de cocinar. He dejado de escribir y he dejado de cocinar para el blog. De todos modos es verdad que he seguido escribiendo, aquípara Comida’s—, aquí en Vísperas, en mi trabajo y para mí; pero he dejado de escribir para el blog. También es verdad que he seguido cocinando, aunque mínimamente, para alimentarme. No he tenido ganas de escribir ni de cocinar. Quizás mi vida ha cambiado y sigue cambiando mucho o, a lo mejor, me he cansado.


El otro día, de repente, me descubrí una bartleby, como dice mi querido Vila-Matas, ahora de actualidad por su premio (os recomiendo que leáis su  maravilloso discurso) en la Feria Internacional del Libro: “seres en que habita una profunda negación del mundo”. Por supuesto, ese adjetivo—bartleby—procede del famoso libro de Melville, uno de los primeros que comenté en este blog, Bartleby, el escribiente; siempre repetía: “preferiría no hacerlo” cuando se le demandaba alguna tarea.



Pues yo preferiría no hacerlo: preferiría no escribir, preferiría no cocinar, aunque, como podéis ver, sigo haciéndolo y no sé muy bien por qué. Supongo que lo necesito: me hace reflexionar y pensar sobre lo que me pasa, sobre lo que soy.



Soy una mujer que acaba de cumplir años, una mujer que trabaja, que intenta hacer cosas que le gustan, que corre, que hace deporte, mucho deporte, que lee mucho y que, al final, escribe, cocina y, sin embargo, prefería no hacerlo.



Quizás preferiría no hacer ninguna receta y por eso os dejo ésta que, como estas palabras, quieren hacer verdad de alguna forma la frase de Bartleby.


sábado, 17 de octubre de 2015

La belleza es la respuesta


Muchas veces la música nos recuerda otra obra de arte, alguna pintura; hay lienzos que nos traen a la mente alguna melodía, algún sonido, y nos dejamos envolver hasta que vivimos un momento especial pensando que llegamos a entender algo. Alguien dijo de Agnes Martin que era “el equivalente visual al más perfecto sonido”.  ¿Puede ser la lluvia al caer el más perfecto sonido? ¿Puede ser esta lluvia la cadencia que nos arropa? ¿Puede un pintura condensar todo esto?

La imagen que os presento es una obra titula This rain-Esta lluvia- de la artista estadounidense (de origen canadiense) Agnes Martin (1912-2004). No sé qué os parece, pero creo que en su simplicidad tiene mucho oculto. Si además te adentras en la vida de esta apasionante mujer, podrás descubrir otras muchas cosas.


Desde los primeros años de su vida Martin fue una mujer austera; se crio en una granja y allí aprendió a vivir con lo imprescindible y eso fue lo que hizo durante toda su vida, también en su etapa adulta en Nuevo México. Supongo que eso se refleja en sus obras y, por supuesto, es lo que me apasiona de su trabajo.



Pero no fue sólo una mujer sobria, si no que también estuvo apunto de formar parte del equipo olímpico candiense de natación,  tuvo varias relaciones con mujeres artistas y padeció una enfermedad mental, tal vez esquizofrenia, que le hizo sufrir continuos cambios de humor, como en una montaña rusa.


En cualquier  caso, hay dos cosas que verdaderamente me han atraído de ella: su lucidez  y su capacidad de enfrentarse a los miedos, de superarse, de poder con los límites; algo que demostró trabajando hasta el final de sus días, incluso si para ello hacía falta modificar el tamaño de sus lienzos.  Algunas de sus frases como “la belleza es la respuesta a la vida”  o “Mis pinturas no tienen objetos, ni espacio, ni tiempo, ni nada. No hay formas. Sólo hay luz, claridad”

Y es cierto, sólo luz, claridad, tanta que había dificultad en la impresión de sus trabajos, una de las razones que se esgrimen para justificar su menor relevancia en comparación con otros artistas de su época, como mi querido Cy Twombly, Rothko o Pollock.


El domingo once de octubre se ha clausurado una exposición sobre toda su obra en la Tate Gallery de Londres (merece la pena que os acerquéis un poco a ella) y me ha parecido una estupenda excusa para traerla aquí. 

Os dejo con dos de sus obras: This rain y Rain; quizás os cueste verla en la pantalla. Sus colores son apagados, sus líneas siempre rectas (abandonó la curva muy pronto) y la simplicidad de su estética nos recuerda al budismo zen, a los jardines de arena cuya esencia parece ser la búsqueda de nada inalcanzable.



            Algunos piensan que Agnes Martin es una expresionista abstracta, no sé si porque nació el mismo año que Pollock. Sin embargo, su obra tiene tanta personalidad—y eso incluye un exceso de diferencia—que sobrepasa cualquier intento de clasificación. La búsqueda de lo esencial, de lo que nos basta, recorre su obra como un relámpago poniéndonos delante de nuestros propios excesos. En la entrada a un templo budista japonés—no olvidemos que la pintora estudió el budismo, el cristianismo, a Gertrude Stein y a Santa Teresa—hay una inscripción que podía ser el lema de su obra: “Aprende cuánto es suficiente”. Ir a lo esencial supone un gran esfuerzo y una gran alegría, porque los excesos no sólo son fáciles, sino aburridos.

            Lo esencial, como estas verduras asadas, en contraste con los colores de Martin, pero lo suficiente para alegrarnos un día de lluvia como este.





domingo, 20 de septiembre de 2015

Me vienen ideas


Cuando algo me gusta, “me vienen ideas”:  M. Ward me gusta mucho y el jueves estuvo en Sevilla con Howe Gelb y en el concierto tradujo al español una de las canciones que más me gustan de  A wasteland companion, (inspirado en el famoso poema de Elliot),  su último álbum. La canción se llama I get ideas (una versión de la de Louis Armstrong que a su vez es una adaptación del tango Adiós muchachos) , es decir, “me vienen ideas.”



Cada vez tengo más claro que para hacer algo bien nos tiene que gustar, es decir, tenemos que dejarnos llevar por el entusiasmo y por nuestra intuición: es la garantía para no errar. En cuanto supe que M. Ward daría un concierto en mi ciudad, compré las entradas porque su voz, a la vez delicada y desgarrada, hace que “me vengan ideas.” No tienen por qué ser geniales, aunque espero que alguna lo sea, sino esas ideas que te hacen plantarte delante de la vida con alegría para disfrutar: agito la cabeza y mis manos golpean una batería invisible, pero tan real que verdaderamente suena.



La idea me viene ahora en forma de pregunta: ¿Cómo se podría representar la delicadeza en un plato, en una receta?  Hablo de delicadeza, que no tiene por qué ser fragilidad. Cuando pienso en algo delicado imagino la fineza, la suavidad de una caricia que recorre tu cuerpo como un escalofrío (algo que también me pasa con algunas de las canciones de M.Ward como Crawl after you), la ternura, un susurro y un soplo de luz. Eso es este artista pero también la receta que he elegido: unas barritas de dátiles y pistachos aparentemente delicadas, algunas incluso frágiles, pero fuertes pues se mantienen en pie y alimentan con vigor y energía; no tenéis más que ver las fotos.


El concierto me supo a poco y, sintiéndolo  mucho, Howe Gelb no fue mucho más que una anécdota. Yo quería ver y oír a M. Ward y me quedé con muchas ganas finalizada la actuación, de haber escuchado alguna más de sus canciones. Por otro lado, el sonido no fue maravilloso (quizás tenga algo que ver el recinto en el que se celebró) y ellos (Ward y Gelb) se hicieron de rogar mucho, mucho. Así estaremos deseando verlo de nuevo otra vez…


Mi entusiasmo me lleva a veces a hablar de cosas como si todo el mundo las conociera, por eso será justo decir que quizás el artista del que hablamos sea más conocido por el grupo que ha formado con Zooey Deschanel llamado She and Him. Hoy prefiero quedarme con la alegría de Primitive Girl,


la euforia de I get ideas


y la sinceridad de Poison cup porque yo lo quiero todo y lo quiero ahora.