Los
paraguas de Cherburgo es la película
dirigida por Jacques Demy en 1963 que se hizo con la Palma de Oro en el Festival
de Cannes y lanzó a Catherine Deneuve, una de sus protagonistas, a la fama.
Demy era un admirador del género musical y quiso
darle una vuelta de tuerca con la película que hoy os presento; por eso, se ha
convertido en una película de culto. El largometraje impactó no sólo por su
tratamiento del melodrama romántico sino también pro el procedimiento musical, casi
una ópera además de por su belleza pictórica y fotográfica.
La trama tiene como protagonista al amor de los
dos personajes principales y las diferentes etapas en la relación amorosa:
partida, ausencia y regreso; y por ello, puede parecer que cae en la
sensiblería y lo cursi: nada más lejos de la realidad, porque con los
ingredientes a los que me he referido transforma toda la historia en una
realidad superior. Tenemos una trama banal que se convierte en excepcional a
través de otros sentidos: la vista y el oído, los colores y la música.
Los colores son importantísimos en el film: el
amor y la felicidad se representan con una gama cromática viva y luminosa:
rosas, turquesas, amarillos; mientras que las despedidas tienen unos tonos
grises, ocres y apagados. Con la música ocurre lo mismo: es una fuente de
emociones y ahí es donde reside la grandeza de Los paraguas de Cherburgo.
Los sentidos tienen un gran poder evocador: todos
tenemos un olor relacionado con esas estupendas vacaciones o unos colores
asociados a nuestra infancia, que, como decía Rilke, es nuestra verdadera
patria. Cuando somos niños tenemos una relación especial con ellos y la comida;
rechazamos los colores azules o morados porque los relacionamos con los productos
en mal estado y lo amargo (claramente asociado con el veneno).En cambio, el
rosa, por ejemplo, nos transporta a un mundo de sueños y fantasías donde nada
malo te puedo suceder; nos conduce a lo dulce, a lo delicado y azucarado; el
algodón de azúcar y esos conocidos pastelillos para la gente de mi generación:
los pantera rosa.
Porque nuestra infancia es nuestra patria, porque
los colores son evocadores y porque muchas veces tenemos que refugiarnos en lo
seguro, en lo conocido y en lo que nos trae bonitos recuerdos, hoy hago estos
pastelillos que, como cuando éramos niños, nos darán un empuje, unos instantes
de placer y alegría para impulsarnos otra vez a lo más alto.
También para nosotros es posible el reencuentro
con lo que dejamos en el pasado: traer aquí esta pantera rosa, con su color de alegría nos puede llevar al
tiempo en que saltábamos sin preocupaciones y, como por una maravilla,
estábamos más cerca de las nubes, nuestra
infancia.
Por otro lado, estos pastelillos se
identifican con la vida, con la
realidad: puede que no te salgan a la primera; pero como en la vida se pueden
intentar varias veces para obtener un mejor resultado. Aún así, seguro que no
quedan perfectos y pensaréis que no era eso exactamente lo que queríais, como
los protagonistas de la película: a lo
mejor esta es la mejor opción aunque no haya sido la deseada.
Aunque yo era más del Bony que de la Pantera Rosa (el Tigretón me caía gordo), esas Panteras Rosas caseras tienen que estar para chuparse los dedos (literalmente), y para comerse a cucharadas el chocolate "rosa" sobrante también.
ResponderEliminarUn abrazo, Linda
Yo era de pantera rosa! Y su olor me lleva a mi niñez más cálida. Ahora me conformo con helados de ese sabor que hacen de forma artesana en una heladería italiana los fines de semana. Un gran acierto, linda Susan. Un gran acierto si lo que pretendías era evocar tiempos felices.
ResponderEliminarLos olores de la infancianson increíbles, sí.
ResponderEliminarTe proyectan al instante en al pasado, es sobrecogedor...
En Francia no había Pantera Rosa que yo sepa, pero en todo caso se ven deliciosos.,. :-)
Besos,
Aurélie
Entre más "cursi", más profundo es un sentimiento y para nada es cursi una de las peliculas más fantásticas que he visto, como estas delicias en rosa que nos dejas!
ResponderEliminarUn beso grande.
Aún siguen en el mercado pero siempre que me he comido una he pensado que nada tiene que ver con las de antes, aunque tengo atracción por este pastelito.
ResponderEliminarNo he visto la película, a ver si la consigo si tiene tanto color tendré que verla, que a menudo me hace falta.
Un besito
Ficaram lindas apetece mesmo pegar um...
ResponderEliminarbjs
El rosa es un color maravilloso. Recuerdo siempre la frase de Audrey Hepburn: I belive in pink. Ilusión, infancia, recuerdos... Felicidades, Linda.
ResponderEliminarSiempre me gustó la pantera rosa, me recordaste unas galletas que vendian con relleno rosa, suaves y blandas y con coco.
ResponderEliminarQue rico!
nunca he sido mucho de la pantera rosa, pero creo que si es casera la probaré, ahora mismo me guardo la receta!
ResponderEliminarbesotes
Tu receta me ha hecho evocar recuerdos de mi infancia sólo con leer su nombre. He saboreado su sabor sin tenerlo en mi boca. Una imagen que me ha hecho saborear tiempos pasados en mi paladar y un texto que me ha llevado a un mundo de colores. Sólo me falta ver la película, pero sin duda, leer tu post ha sido como volver al principio. Felicidades
ResponderEliminarMil gracias a todos.
ResponderEliminarAcabo de descubrir tu blog via Twitter.
ResponderEliminarMe parece precioso!, la idea es estupenda.
Un saludo.