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De dioses y hombres (Des hommes et des dieux) es una película de Xavier Beauvois sobre una comunidad de monjes trapenses en Argelia, la antigua colonia francesa, durante la guerra civil que sufrió el país entre 1991 y 2002.
Los monjes viven en un monasterio en el Atlas, pertenecen a la orden cisterciense que tradicionalmente se han catalogado como una orden de vida contemplativa. La Orden del Císter recibió su mayor impulso de Beranardo de Claraval (1090-1153), que aunque no fue su fundador, pues este fue Roberto Molesmes, sigue siendo hoy día su principal maestro espiritual tras San Benito, iniciador de la vida monacal en occidente. La espiritualidad del Císter (monjes blancos), que es una reforma de Cluny (monjes negros), es un intento de volver a las fuentes de la regla de San Benito :”ora et labora”, que se traduce en el cultivo de la ascesis, la paz y la búsqueda de Dios. Por ello, por ejemplo, los monjes trapenses (la trapa es una reforma del Císter del siglo XVII) valoran el tiempo que conceden a la palabra. Si bien no hacen voto de silencio, reservan la palabra para la comunicación necesaria. La conversación espontánea la guarda hoy para ocasiones especiales. Los trapenses, consideran que hablar poco permite profundizar la vida interior; el silencio es parte de su espiritualidad. El ruido distrae. Lo que los monjes pretenden, me parece, es evitar distracciones. El silencio cumple su función en relación con la palabra y no al revés; es decir, no es el silencio porque sí, sino para que la palabra signifique auténticamente.
Siempre me ha interesado especialmente el arte cisterciense que está en concordancia con su espiritualidad: debe ser una ayuda para el camino interior de los monjes. Por eso desarrollan un arte sobrio, austero y monocromo. La sencillez rige todos los aspectos de la vida monástica, por eso, cuando visitamos algún monasterio de esta Orden, la sensación es impactante, nos damos cuenta de lo que realmente importa en la vida. Nos despojamos de todo lo superfluo y superficial llegando a la profundidad a través de lo verdaderamente necesario. Nuestro estilo de vida ruidoso y lleno de cosas contrasta con lo que percibimos de la vida monástica cuya expresión es siempre contenida buscando no los adornos, sino lo sustancial.
Volviendo a la película, y sin querer destriparla, los monjes se encuentran en la alternativa de abandonar o resistir, sabiendo el peligro que ello conlleva. En una escena realmente maravillosa, uno de ellos saca una botella de vino que tenía escondida y brindan por la decisión tomada siendo conscientes de que van a morir. Las imágenes se acompañan con la música de El Lago de los Cisnes, de Tchaikovsky, el espectador se sumerge en la situación y no nos queda más que brindar con ellos. También vamos a morir: lo sabemos y por eso lo celebramos con estas frutas cocidas en sangría disfrutando de lo que tenemos en el momento con austeridad y sobriedad porque ahí se encuentra la belleza que nos abre al sentido de la vida. Hay platos verdaderamente deslumbrantes por su sencillez, como si de un edificio cisterciense estuviéramos hablando. La desnudez, la simplicidad nos lleva a la esencia de la existencia y por tanto a la búsqueda de la autenticidad. Eso ocurre con estas frutas, al probarlas, llegamos a la verdad, al fondo de la vida, a la entraña del sabor y empezamos con una nueva energía otra etapa de nuestra vida porque nos damos cuenta de que la sencillez nos acompaña en los momentos más especiales de nuestra vida.
Fuera de serie... me ha encantado tu post. Me quedé con ganas de ver la película. Besos y feliz año nuevo.
ResponderEliminarBonita entrada, y rico postre para estos días de dieta, besitos.
ResponderEliminarNo he visto el film, pero por lo que cuentas parece intresante. Sobresaliente el post enlazando la receta con el cisterciense, genial.
ResponderEliminarpues no he visto la peli, pero me encanta la receta!!!! ;))) besitos y feliz año
ResponderEliminarMuy de acuerdo con el título de la entrada... Me encantan las compotas; nunca las hago con vino, pero después de ver tu receta a la próxima le caerá, al menos, un chorrito.
ResponderEliminarSaludos,
Pablo
Me encanto la peli, y ahora me ha pirrado tu entrada::: Muchos besitos guapirri!
ResponderEliminarme han entrado unas ganas enormes de ver esta película, me ha gustado mucho tu entrada. Como siempre, disfruto de tus palabras, de tus fotos y de la receta!
ResponderEliminarLinda, te juro que concuerdo plenamente con tu refléxion acerca de este tipo de monasterios, es super cierto y he percibido lo mismo.
ResponderEliminarQue linda tu entrada, desde la fruta a la peli, gracias por la recomendación.
Un beso.
Que bonita es la sencillez ¿verdad? me ha encantado tu receta, tus fotografías y la descripción de esta película, la buscaré . Te mando un beso
ResponderEliminarVaya, qué ganas me han entrado de ver la peli!!! Mil gracias por la recomendación, a ver si la busco.
ResponderEliminarY en cuanto a la compota de frutas, es una receta estupenda, sencilla y sabrosa!!!
Un beso y feliz entrada de año!
Poco a poco me voy poniendo al día...
ResponderEliminarNo he visto la película pero parece muy interesante, tampoco he tomado fruta con vino pero con sangría tiene que ser más dulce, no?
Besos.
Gracias a todos. Un beso
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