El gran Gatsby es una novela de F. Scott Fitzgerald (1896-1940), escritor que forma parte de la “generación perdida” con Dos Passos, Steinbeck o Faulkner. Todos ellos nacieron a finales del siglo XIX y vivieron la gran desesperanza después de la I Guerra Mundial. El gran Gatsby se publicó en 1925, en los felices años 20, la época del jazz en la literatura. América era entonces el paradigma de las libertades, del bienestar, el éxito y el esfuerzo individual, ¿podría representar todo ello alguien mejor que Gatsby?
La novela está narrada por Nick Carraway, un joven de la alta sociedad americana, primo de Daisy y vecino de Gatsby. De este empezamos a leer algo en los primeros capítulos, su semblanza produce tanta atracción que no podemos dejar de leer. Pronto comienza a aparecer como anfitrión de fiestas memorables, como un gran solitario, también como un gran desconocido. Poco a poco vamos averiguando que Gatsby es un enfermo de amor, un chico de clase baja convertido en nuevo rico para merecer el amor por Daisy. En un momento en que la pobreza se entendía como un sinónimo de fracaso, pereza y falta de inteligencia, era necesario que Gatsby llegase a ser rico, se hiciese con un nombre para poder conseguir su mayor anhelo, Daisy. Precisamente para llamar su atención organiza enormes fiestas en su casa: “ Por lo menos, una vez cada quince días un equipo de banqueteros bajaba con una lona de varios cientos de pies y suficientes luces de color para convertir el enorme jardín de Gatsby en un árbol de navidad. Sobre las mesas del bufet, guarnecidos con brillantes pasabocas, se apilaban las condimentadas carnes frías contra las ensaladas con diseños abigarrados, los cerdos de pastel y los pavos, fascinantes en su oro oscuro. En el vestíbulo principal habían instalado un bar con una barra de cobre legítimo, bien lleno de ginebras, licores, y cordiales olvidados hace tanto, que la mayor parte de las invitadas eran demasiado jóvenes para distinguir los unos de los otros”.
En esas fastuosas fiestas hubiera sido posible comer una ensalada “abigarrada” como la que propongo, parece ser otra cosa aunque resulte una distinta. La apariencia cuenta, y mucho, sin embargo lo excepcional y enigmático es lo que esconde; como decía Nietzsche: “Los griegos eran tan profundos porque eran superficiales”.
La novela está narrada por Nick Carraway, un joven de la alta sociedad americana, primo de Daisy y vecino de Gatsby. De este empezamos a leer algo en los primeros capítulos, su semblanza produce tanta atracción que no podemos dejar de leer. Pronto comienza a aparecer como anfitrión de fiestas memorables, como un gran solitario, también como un gran desconocido. Poco a poco vamos averiguando que Gatsby es un enfermo de amor, un chico de clase baja convertido en nuevo rico para merecer el amor por Daisy. En un momento en que la pobreza se entendía como un sinónimo de fracaso, pereza y falta de inteligencia, era necesario que Gatsby llegase a ser rico, se hiciese con un nombre para poder conseguir su mayor anhelo, Daisy. Precisamente para llamar su atención organiza enormes fiestas en su casa: “ Por lo menos, una vez cada quince días un equipo de banqueteros bajaba con una lona de varios cientos de pies y suficientes luces de color para convertir el enorme jardín de Gatsby en un árbol de navidad. Sobre las mesas del bufet, guarnecidos con brillantes pasabocas, se apilaban las condimentadas carnes frías contra las ensaladas con diseños abigarrados, los cerdos de pastel y los pavos, fascinantes en su oro oscuro. En el vestíbulo principal habían instalado un bar con una barra de cobre legítimo, bien lleno de ginebras, licores, y cordiales olvidados hace tanto, que la mayor parte de las invitadas eran demasiado jóvenes para distinguir los unos de los otros”.
En esas fastuosas fiestas hubiera sido posible comer una ensalada “abigarrada” como la que propongo, parece ser otra cosa aunque resulte una distinta. La apariencia cuenta, y mucho, sin embargo lo excepcional y enigmático es lo que esconde; como decía Nietzsche: “Los griegos eran tan profundos porque eran superficiales”.
De esta manera nos vamos dando cuenta de uno de los rasgos más característicos de la naturaleza humana: siempre perseguimos algo, siempre queremos algo y luchamos por ello, en muchos casos hasta perder la cabeza y arrastrar a otras personas con nosotros. En la mayoría de las ocasiones nos dejamos llevar por las apariencias, por lo superficial y es precisamente eso lo que nos atrae de una manera irremediable, eso es lo que representa Gatsby; unas bellas apariencias en un mundo frágil con grandes fiestas, un mundo decorado. Como dice Vargas Llosa en La verdad de las mentiras, Gatsby no es más que un personaje quijotesco, una persona que lucha por un sueño que finalmente confunde con la realidad, ese es el encanto de Gatsby y también la razón de la admiración que suscita.
El final se precipita y una novela que al principio parecía estar llena de frivolidad acaba resultando una historia existencialista donde Gastby no es más que un trasunto de nosotros mismos.
El final se precipita y una novela que al principio parecía estar llena de frivolidad acaba resultando una historia existencialista donde Gastby no es más que un trasunto de nosotros mismos.