Ingredientes
250 gr harina
250 gr de plátanos
125 gr de azúcar
1 huevos
80 ml de aceite vegetal
250 gr de yogur natural
una cucharadita de levadura
media cucharadita de bicarbonato
Precalentamos el horno a 180 ºC y preparamos los moldes para las magdalenas. Pelamos los plátanos, los trituramos. Después, mezclamos con la harina, la levadura y el bicarbonato.
Batimos un huevo y añadimos el azúcar, el aceite, el yogur y los plátanos triturados. Incorporamos a la mezcla de harina.
Rellenamos los moldes y horneamos todo durante aproximadamente 30 minutos.
Batimos un huevo y añadimos el azúcar, el aceite, el yogur y los plátanos triturados. Incorporamos a la mezcla de harina.
Rellenamos los moldes y horneamos todo durante aproximadamente 30 minutos.
Se le puede añadir alguna cobertura (aunque están muy buenas sola), yo opté por nata montada para la presentación.
Un día perfecto para el pez banana
Originalmente Un día perfecto para el pez banana fue un relato publicado en la revista The New Yorker en 1948 aunque posteriormente fue incluido en la antología Nueve cuentos de Salinger.
Jerome David Salinger nació en 1919 y ha muerto recientemente, el 27 de enero de 2010. Se convirtió en un escritor mundialmente conocido desde la publicación en 1951 de El guardián entre el centeno. El escritor se crió en una familia judía de Manhattan (su padre era comerciante de quesos “kosher”). Estudió en la Universidad de Columbia y desde muy pronto comenzó a escribir crítica de cine. Participó en II Guerra Mundial, estuvo presente en el desembarco de Normandía, lo que posiblemente ha dado el carácter pesimista a algunos de sus cuentos.
Un día perfecto para el pez banana cuenta la historia de Seymour Glass (un componente de la familia Glass, tratado por Salinger en otros cuentos), un recién casado que acaba de volver de la guerra y está pasando la luna de miel con su esposa. Seymour se encuentra en la playa con una niña a la que le cuenta la historia de los peces bananas:
“Los peces bananas tienen debilidad por las bananas. No es una forma de decir. Las bananas hacen salir a flote toda la debilidad de los peces banana. Se lo pasan rastreando pozos en los que haya bananas. Cuando encuentran uno, se aproximan a él como si fueran peces comunes. Pero una vez que entraron, se comportan como cochinos. Se ha escuchado de peces banana que fueron capaces de comerse, en su ataque de gula, setenta y ocho bananas. Lo que ellos ignoran mientras están en pleno festín, es que mientras comen, engordan. Y tanto, que cuando quieren salir del pozo ya no pueden. Contraen fiebre bananífera y mueren.”
Lo verdaderamente interesante de este cuento es la interpretación que puede darle el lector, lo que no se cuenta es lo importante. La tragedia del protagonista es invisible para los demás, se ha silenciado y en una situación en que todo es aparentemente normal, donde debería reinar la paz y tranquilidad, reaparece la tragedia.
Porque Seymour estuvo en la guerra (como Salinger) porque sobrevivió a lo que no debió sobrevivir, al horror. Porque ante este, como bien sabía Paul Celan, solo valen las metáforas.
Jerome David Salinger nació en 1919 y ha muerto recientemente, el 27 de enero de 2010. Se convirtió en un escritor mundialmente conocido desde la publicación en 1951 de El guardián entre el centeno. El escritor se crió en una familia judía de Manhattan (su padre era comerciante de quesos “kosher”). Estudió en la Universidad de Columbia y desde muy pronto comenzó a escribir crítica de cine. Participó en II Guerra Mundial, estuvo presente en el desembarco de Normandía, lo que posiblemente ha dado el carácter pesimista a algunos de sus cuentos.
Un día perfecto para el pez banana cuenta la historia de Seymour Glass (un componente de la familia Glass, tratado por Salinger en otros cuentos), un recién casado que acaba de volver de la guerra y está pasando la luna de miel con su esposa. Seymour se encuentra en la playa con una niña a la que le cuenta la historia de los peces bananas:
“Los peces bananas tienen debilidad por las bananas. No es una forma de decir. Las bananas hacen salir a flote toda la debilidad de los peces banana. Se lo pasan rastreando pozos en los que haya bananas. Cuando encuentran uno, se aproximan a él como si fueran peces comunes. Pero una vez que entraron, se comportan como cochinos. Se ha escuchado de peces banana que fueron capaces de comerse, en su ataque de gula, setenta y ocho bananas. Lo que ellos ignoran mientras están en pleno festín, es que mientras comen, engordan. Y tanto, que cuando quieren salir del pozo ya no pueden. Contraen fiebre bananífera y mueren.”
Lo verdaderamente interesante de este cuento es la interpretación que puede darle el lector, lo que no se cuenta es lo importante. La tragedia del protagonista es invisible para los demás, se ha silenciado y en una situación en que todo es aparentemente normal, donde debería reinar la paz y tranquilidad, reaparece la tragedia.
Porque Seymour estuvo en la guerra (como Salinger) porque sobrevivió a lo que no debió sobrevivir, al horror. Porque ante este, como bien sabía Paul Celan, solo valen las metáforas.
“UN ESTRUENDO: la
verdad misma
ha comparecido entre
los hombres,
en medio del
remolino de metáforas.”