sábado, 24 de marzo de 2012

Ella, ¿cantaba al cocinar?




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Let’s call the whole things off es una canción escrita por George e Ira Gershwin y ,en este caso, interpretada por Ella Fitzgerald, aunque lo han hecho muchos más artistas.

Ella Jane Fitzgerald (1917-1966) era su nombre completo a pesar de ser llamada Lady Ella y La primera dama de la canción. Fue cantante de jazz y por eso la conocemos pese a que su repertorio musical no se limitó a ese género. Ella se presentó a un concurso de bailarina que organizaban en el Teatro Apollo de Harlem; allí se quedaron entusiasmados con su frescura y su facilidad para el ritmo. A raíz de este momento Chick Web la contrata en su orquesta, que pasará a llamarse “La gran orquesta de Ella Fitzgerald”.  Ella se cansa del trabajo diario y deja la formación justo en el momento en que se cruza con Louis Armstrong del que aprende el “scat” y a través del cual conocerá a muchísima gente.  Sus encuentros con músicos de jazz son memorables: Duke Ellington, Count Basiee, Armstrong...con el que hace una versión de esta pieza.




La canción, fue hecha para la película Shall we dance (1937) interpretada por Fred Astaire y Ginger Rogers, es bastante simpática porque cuenta la historia de una pareja de enamorados: cada uno tiene una pronunciación que se podría identificar con diferencia de clase.  El contraste en la pronunciación había tenido lugar fundamentalmente en el teatro y consistía en pronunciar una “a” mucho más larga. En la canción se mencionan repetidos varios alimentos; pero sólo hay uno, las fresas, a las que se refieren una sola; por eso esta pasta con fresas: porque son tan diferentes la fruta y los spaguettis que podrían ocasionar una profunda controversia, como en la canción. Pero al final, cuando degustamos el manjar nos damos cuenta de que combinan perfectamente, son un buen equipo por eso y como dice la canción:

“for we know we need each other, so we`d better call the calling off, off, let`s call the whole thing off”
“porque sabemos que nos necesitamos el uno al otro, mejor lo dejamos, mejor lo dejamos”



Tratan de poner fin a la disputa porque se quieren, se necesitan. Mejor dejamos de debatir y nos ponemos manos a la obra, pues esos desacuerdos, aunque sean pequeños, nos enriquecen. Estas diferencias no solo existen en la pronunciación, tambien podrían traspasarse a la cocina. Si hablamos de cocinar…nadie hace un plato idéntico al del otro, cada uno tiene su toque mágico, su pizca de creatividad, su forma peculiar de hacer las cosas: sería tener “acento” en la cocina. Pero eso está lejos de ser un obstáculo sino que me parece delicioso, pues se ponen de relieve las diferencias personales. La canción nos invita a saborear las diferencias, porque... ¿qué cantidad de nata es necesaria en esta receta? La cocina no es una ciencia exacta, sino un amor exagerado, por eso hacemos platos complicados y nos pasamos horas en la cocina; estas son las diferencia de acento y lo que nos hace disfrutar de ella.

Por otro ladao cada uno de nosotros tenemos una versión de cada receta y una predilección por otra (las croquetas de mamá o el pisto de la tía; el mejor pisto del mundo) igual puede suceder con la música; por eso esta versión de de Ella con Louis Armstrong porque ambos le pusieron el acento a esta pieza.

Gracias a Katie Stearns por la traducción.

miércoles, 21 de marzo de 2012

martes, 20 de marzo de 2012

domingo, 18 de marzo de 2012

jueves, 15 de marzo de 2012

miércoles, 14 de marzo de 2012

martes, 13 de marzo de 2012

domingo, 11 de marzo de 2012

sábado, 10 de marzo de 2012

viernes, 9 de marzo de 2012

Los colores de París. Trilogía parisina.







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Marc Chagall fue un pintor ruso, nació en Vitesbk en 1887 y murió en París en 1985. Abandonó su país de origen cuando terminó la Revolución Rusa en la que participó activamente llegando a ser Comisario de Arte para la región de Vitesbk,  pero, no le fue bien y se instaló en París en el año 1923.

Durante la Segunda Guerra Mundial vivió el drama de la deportación de los judíos franceses a raíz de la cual Chagall tuvo que abandonar París, pasó por Marsella, España y Portugal para recalar definitivamente en Estados Unidos en 1941. De esta forma viajando tanto, nuestros ojos pueden abrirse y descubrir más colores de los que conocíamos, de la misma manera podríamos conocer otros sabores que nos eran extraños y nuestro mundo se hará más ancho y completo.

El estilo de Chagall es bastante original, pues estuvo conectado con varias corrientes del arte moderno (surrealismo, cubismo, fauvismo) aunque siempre se inspiró en las costumbres de Bielorrusia, los temas bíblicos y su herencia judía presente en buena parte de su producción de pinturas y vidrieras. Sus obras nos regalan la alegría de vivir en un mundo de colores, hacen que nos asomemos a la vida a través de una vidriera, pero para descubrirla con mayor profundidad.

Entre sus obras más conocidas  está la Crucifixión blanca,  en la que el pintor quiso denunciar el genocidio judío,  y ésta  de la que quiero hablaros hoy: París desde mi ventana.

Entre los años 1920-1921 el pintor escribió un libro llamado titulado Mi vida (publicado en España por la editorial Acantilado). En  él explica cómo  todo lo que ve en París es lo que quería en Rusia; pero era un incomprendido: 

“Por que no confían en mi. Por que soy un desconocido en los ambientes artísticos. Porque en Rusia soy sólo un cero a la izquierda.
Y por qué todo lo que hago, les parece raro y todo lo que hacen ellos, a mí, me parece
superficial. ¿Por qué? No puedo hablar más de ello.
Amo Rusia.”

No obstante su amor por París,el artista sufrió y tuvo que verse rechazado por algunos mecenas como el señor Doucet a quien fue a ver con una carpeta de cincuenta acuarelas: “Tras un cuarto de hora de espera en su antesala, su criado  vino a devolverme la carpeta. “No necesitamos “al mejor colorista de nuestros tiempo””, dijo, en nombre de su maestro”.



Algo que nos llama especialmente la atención en sus cuadros es el color, en París desde mi ventana también. La ciudad de la luz se nos entrega llena de colores. Como los macarons, estos pequeños dulces o galletas franceses,tan delicados como los lienzos y tan coloridos y alegres como todas las obras de Chagall; pero en ellas no solo vemos lo que quería representar sino que también lo vemos a él,  al maravilloso pintor que nos supo dar no sólo su visión de la vida, sino su misma vida en los colores de su obra. Chagall nos alimento con los colores, esto también nos sucede con los macaron; sin duda están ricos pero con ellos aprendemos que el sabor también pertenece al sentido de la vista y que los colores también alegran nuestra existencia; por eso la cocina, que es vida, también es color.
Creo que sólo hay una persona que nos haya hecho ver la personalidad del pintor tan bien como él: Arnold Newman (uno de mis fotógrafos preferidos), aquí tenéis la prueba.


Gracias a Katie Stearns por la traducción.