Estos
primeros días de verano pasan como segundos: mil cosas por hacer, disfrutar y
olas de altibajos; esa sensación de los días calurosos, te aplanas pero sólo
con pensar o ver algo inspirador te llenas de entusiasmo. Algo así ha
conseguido Jarvis Cocker conmigo, leyendo unas pocas líneas de su libro: Madre, hermano, amante. El cantante de
Pulp se refiere a esa sensibilidad de buscar lo hermoso en sitios o lugares no
habituales; lo que tenemos delante y no percibimos. Hallar la belleza en lo que desechamos, colar
lo que arrojamos, los despojos, incluso de nosotros mismos y ahí, justo ahí,
encontrar las cosas bonitas: la belleza.
Una
forma de filtrar, de extraer lo maravilloso del día a día, de la cotidianeidad
es anotar ideas, experiencias, sensaciones… en un cuaderno porque así además somos conscientes de
nuestra vida y la vivimos de pleno; pegar recortes, entradas, tarjetas y
obtener un dietario “voluble”. Un ejemplo maravilloso de esto lo tenemos en los
diarios de grandes escritores como Kafka, Musil, Virgina Woolf, Alejandra
Pizarnik; también recuerdo ahora mismo, la entregas continuas de El salón de los pasos perdidos de Andrés
Trapiello, y, por supuesto, mi admirado Vila Matas a quien ya he hecho un
guiño.
Todas
estas ideas enlazadas han llenado mi cabeza observando detenidamente las
ilustraciones de Les Très Riches Heures du Duc de Berry, un libro de horas medieval,
aunque no es un libro cualquiera , porque es considerado por muchos el libro
más valioso del mundo.
Un libro
de horas es un conjunto de ideas, como estos cuadernos o diarios de los que
hablaba más arriba, puesto que mezcla salmos, rezos, calendarios y numerosas
ilustraciones. Habitualmente, se
realizaba para la nobleza; este, como podéis imaginar, fue hecho para el Duque de Berry por los
Hermanos Limbourg en el siglo XV. Es especialmente interesante por la
minuciosidad y ornamentación de sus miniaturas; doce en total que recrean los
meses del año y cada una de ellas igual de maravillosas.
Pongo
mi atención en las miniaturas de julio y agosto, que nos demuestran, como las
demás, que las cosas no han variado tanto.
La siega, el esquileo para refrescar también a los pobres animales de
este calor estival, la marcha, los viajes y los baños en cualquier lugar con
cierta cantidad de agua. Al final, lo importante es lo que permanece, lo
necesario: uno días de asueto, cerca de algún lugar con agua, un viaje reponedor… lo único que nos falta es
un cuaderno donde anotarlo y una receta refrescante.
En
este caso la receta lo es y no deja de lado la belleza, al menos es llamativa,
un destello más que anotar y pegar en nuestro cuaderno este verano. Feliz
verano a todos, disfrutadlo.